lunes, 31 de diciembre de 2012

#Estimado2012


Sabes que te recibí con poco o nada de expectativa. No estaba en mi mejor momento. Aun me sacudía los restos de una relación y terminaba de ordenar las ideas que había decidido conservar. Dos días antes de tu llegada no tenía idea de lo que iba a hacer, ni planes de verano, y sin embargo, las circunstancias hicieron que terminara alquilando casa de playa con casi puros extraños y recibiendo el año prácticamente “porque sí”. Es curioso pero siempre he pensado que cómo recibes el año (o te permites recibirlo) es como será ese año para ti. Esa vez decidí seguir el sabio consejo de mi psicóloga y me dejé llevar por lo que se fue dando. Cuando me preguntaba “¿por qué?” comencé a responderme a mí misma “y, ¿por qué no?”.

Normalmente trato de tener todo un poco más en orden cuando recibo un nuevo año, o al menos tener cierta claridad de lo que quiero conseguir o hacia dónde debo enfocar mi energía y esfuerzo. Cuando te recibí, estimado 2012, sólo tenía una decisión tomada, y era laboral. Todo lo demás era incertidumbre y, extrañamente, no me molestaba porque quería exponerme a ese no saber qué va a pasar. Tal vez estaba cansada de tener todo planeado por tanto tiempo, y dejarme llevar por la vida parecía tan arriesgado como emocionante. Finalmente, no tenía mucho que perder.

La decisión de cambiar de trabajo venía con la decisión de alejarme de un entorno familiar y de amistades construidas por 5 años. Tenía miedo pero tenía muchas más ganas de volver a empezar. Sabía que los amigos verdaderos no conocen espacios laborales ni huso horario, así que seguirían en mi vida con la misma facilidad con la que entraron a ella. Y así fue.
En general, estimado 2012, el cambio laboral fue positivo. Aprendí mucho más de lo que imaginé, hasta de otros rubros. Me encontré a una Carla más profesional, más segura, con valores y ética clarísima, y sin miedo a decir “no” cuando era necesario. En el último trimestre me tocó vivir y sobrevivir el que llamaría “el gran reto”, y confieso que hasta yo misma quedé sorprendida de la tranquilidad con la que lo he manejado. Si estuvo bien o mal sólo lo dirá el tiempo, y no me asusta.

Más allá de algunos temitas de salud, felizmente en casa hemos estado bien y muy unidos. Decidí este año evitar los viajes para descansar un poco de tanta locura. Lamentablemente, mi hijo lo extrañó mucho y confieso que yo también. Me he dado cuenta de que parte de lo que me define es viajar, conocer y desconectarme un poco de todo, así que nunca más dejaré de viajar, al menos por voluntad propia.

Y claro, estimado 2012, el uso de un hashtag como título del post se refiere a la gran influencia que tuve de twitter. Muchos amigos piensan que influenció demasiado, y es probable que tengan razón. Yo creo que me dio una visión mucho más amplia de la realidad y, especialmente, de las personas. A través de twitter he conocido a personas maravillosas de las que he aprendido mucho; así como personas olvidables, ya sea por intolerantes, soberbias o malcriadas. He recibido cumplidos, palabras de apoyo, intentos de gileo y propuestas divertidas; pero también comentarios ofensivos y hasta insultos que jamás se me hubieran ocurrido. He visto como se indignan por temas que nos afectan como comunidad, y también como algunos intentan destruir imágenes y autoestimas, con nombre y apellido, sin el menor remordimiento y escudados en el anonimato que esa red les permite. Para mí, twitter es como la vida misma. Es una muestra de lo que opina la gente y de como algo puede ser tendencia un minuto (todos hablan de eso) y al siguiente olvidan por sintonizar su programa favorito. Ni malo ni bueno, simplemente así es.

En lo personal, estimado 2012, fuiste un pase de vueltas. Metiste en mi vida a personas que sabías que vería como muy diferentes a mí, y que resultaron siendo indispensables. Personas que me recordarían muchas cosas que me gustaban y que había olvidado; y otras que me enseñarían muchísimo, tal vez algo más de lo que hubiera querido aprender. Hubo promesas incumplidas, palabras que se llevó el viento, besos robados y encuentros perfectos que nunca sucedieron, pero también abrazos deliciosos, miradas cómplices, besos apasionados y caricias que decían más que esas palabras que nunca escuché. Mientras pasaba todo esto, no podía dejar de preguntarme qué más tendrías preparado para mí, estimado 2012, y nunca dejaste de sorprenderme. Fui la chica tranquila, la loca juerguera, la amiga incondicional, la amante clandestina, la mujer invisible y la sonsita crédula a la que, nuevamente, le rompieron el corazón.

Finalmente, estimado 2012, por todo lo aprendido podría decir que el balance es positivo. Espero haber estado a la altura de los retos que me planteaste. Creo que recibiré a tu amigo 2013 en circunstancias similares a las tuyas, con la diferencia de que presiento que será especialmente importante para mí. Te dejo pasar a mis recuerdos tranquila, y me quedo con esa buena costumbre que adopté contigo, en la que cada vez que me preguntaba “¿por qué?” me respondía “y, ¿por qué no?”.

#Bienvenido2013

jueves, 27 de diciembre de 2012

Autosuficiencia agotadora


Escribí este post en setiembre y no lo publiqué por miedo a parecer malagradecida con la vida. Quienes me conocen saben que estoy muy agradecida por todas las oportunidades que he tenido y que he trabajado mucho para sacarles provecho. En honor a eso, a haberme dado tiempo para revisar mi vida, y a que no soy perfecta ni planeo serlo, he decidido terminarlo y postearlo. Gracias por leer.


Desde que tengo memoria puedo recordar a mi mamá repitiéndonos a mi hermana y a mí, como disco rayado, la misma frase:

“Estudien una carrera. Ganen su propio dinero. Sean mujeres profesionales e independientes, para que jamás dependan de un hombre.”

Parece frase de adoctrinamiento de una secta feminista, pero para nosotras era tan común como el Padre Nuestro. Lo cierto es que resultó, y no sé si fue producto de escuchar lo mismo tantas veces, pero para mí estudiar una carrera, ser independiente y no depender de alguien más era lo que iba a pasar, y punto.

Definitivamente no puedo decir que tenía un plan al respecto. Recuerdo cuando me preguntaban ¿qué quieres ser cuando seas grande? “Médico” respondía ingenuamente, y dejaba intrigados a todos porque pensaban que debía ser ingeniero, cómo mi papá. Cuando era adolescente, jugábamos con mis amigas en el recreo, y doblábamos un papel para adivinar sonseritas sobre cómo sería nuestro futuro. Teníamos que responder a qué edad nos queríamos casar y cuántos hijos queríamos tener, y según eso contaban las veces en que se abría y cerraba el papelito. Yo me quería casar a los 25 años y tener 2 hijos. Dos hijos porque mi hermana y yo éramos dos y no era tan terrible, y 25 años porque no quería casarme ni muy joven ni muy vieja. Ahora que pienso en mis delirios adolescentes me doy cuenta que no tenía idea de lo que estaba deseando para mí misma. Para casarme a los 25 años, siendo ya una mujer independiente y habiendo estudiado medicina -que son 7 años de carrera, más 1 de SERUM, más 3 de especialidad- debía estar terminando el colegio a los 14 años, teniendo fe que encontraría trabajo inmediatamente. Complicado, ¿no? Pero bueno, sólo eran sueños de niña dulce. Nada grave.

Lo años pasaron y actualmente podría decir que he cumplido con lo que tanto quería mi mamá: estudié una carrera, gano mi propio dinero, soy una mujer profesional e independiente, y no dependo de ningún hombre. Adicionalmente, soy mamá soltera y mantengo a mi hijo prácticamente sola. Me considero aun joven y con los años bien puestos. Es decir, soy de esa nueva especie de mujeres “progre” que son todo: madre, ejecutiva, ama de casa, amiga y mujer. Re-cliché. Sí, soy eso que llaman “el paquete completo”. Me han dicho muchísimas veces que soy “una mujer admirable”, “un orgullo para mi familia”, “un ejemplo para mi hijo”; y en lo personal “un partidazo”, “la mujer con la que todo hombre sueña”  y todos los etcéteras que se pueden imaginar.

Cada cumplido por mi desempeño como Madre Soltera 2.0 siempre es bien recibido. Sin embargo, la cruda realidad es que mantener todo ese “show” es física, intelectual y emocionalmente agotador. Y gracias, pero no, no te puedes imaginar. ¡Esto no para ni un segundo! Si no es mi hijo y sus tareas, son las compras de la casa, o la reunión de trabajo, o la uña que se te rompió, o lo que tenías que comprar para la actividad del colegio, o que te tienes que conectar y reenviar el correo que no llegó, o que se acabó el pan y el jamón y son los favoritos del niño, o que tienes que recogerlo de la casa de su amiguito, o los pagos mensuales de todo, o que tenías que recoger el vestido que usarías en esa reunión y, ya pues, ni modo, no hay tiempo para la peluquería. Lo peor es que si me olvido de algo nadie lo va a hacer. Hasta me he puesto a pensar en el peor escenario si algo me pasara, y tengo planeado hacer una especie de testamento/indicaciones. Tengo 32 años y me siento de 40.
Sé que tengo mucha suerte y mucho más que agradecer, pero eso tampoco me quita ningún pendiente de la lista. Para colmo, esta suerte de independencia y seguridad hacen que sepa muy bien lo que quiero y lo que no quiero en mi vida, lo que resulta siendo intimidante para muchos hombres. Si me dieran un dólar por cada vez que me han dicho que soy “intimidante”…

A veces me provoca mandar toda esta autosuficiencia e independencia al carajo y cambiar esa “frase adoctrinadora subconsciente” poco a poco hasta ser capaz de concebir la idea de ser una mujer bastante sumisa, que deje de ser intimidante para dejar entrar en su vida a ese hombre que la necesite para validarse como tal, y se sienta realizado manteniéndola. FIN

Lamentablemente, sé que esa no soy yo. No he nacido para ser sumisa y menos para no ser protagonista de mi futuro y el de mi familia. Sé que eso me sumiría en absoluta depresión, y esa no es mi esencia. Felizmente, después de algún tiempo libre y de darle muchas vueltas a algunas ideas, he concluido que, ni modo, así soy y así seré. Esto me ha tocado vivir, y ya. Y, más importante, que soy dueña de mis acciones y mis consecuencias, que soy intimidante sólo para los que se dejen intimidar por sus prejuicios, que aunque tengo mucho por compartir, sé disfrutar cada momento que tengo para estar sola, y me encanta. Si la vida decide que así es como será hasta el final, en buena hora. Yo me encargaré de hacer de mi historia, un historión.


Nota: Por favor, que el concepto de “mantenida” no se entienda de forma negativa. Hay mujeres que son felices sin trabajar y las respeto. Sin embargo, yo no soy así, y ninguna es mejor o peor que la otra.


No se me ocurrió mejor canción que esta. Destiny´s Child tiene buena parte de mi soundtrack de vida. Disfrútenla :)


sábado, 27 de octubre de 2012

La diferencia en números


Si hay algo en este mundo que no tiene reglas son las relaciones de pareja. Por más que la sociedad y/o las culturas se empeñen en imponerlas, siempre habrá “rebeldes sin causa” que las romperán en el nombre del amor. Una de estas reglas sociales se refiere a la edad en las parejas, y me refiero a la diferencia de edad y a cuál de los dos es el mayor. No nos hagamos los muy modernos, open-minded, ni fresh; todos (y digo TODOS) tenemos cierto prejuicio cuando se trata de las edades. Empecemos por recordar que vivimos en una sociedad recontra conservadora, machista y (como yo le llamo) latina. Por más que la vida, el mundo, los libros, la tele y los realities importados hayan querido ampliar nuestra estrecha visión conservadora, tenemos que aceptar que aún hay temas que nos hacen sacar los abanicos y chismear cual viejitas en la terraza.

A través de los años, las mujeres han sido siempre las más afectadas con el prejuicio de la edad. Sabemos que es más “aceptado” que el hombre esté con una mujer menor al caso contrario, e irónicamente somos las mujeres quienes condenamos con mayor dureza estos escenarios. Si somos significativamente menores que él, somos unas chibolas oportunistas; y si somos mayores somos unas abusivas o “cougars” (que en inglés significa “puma”, refiriéndose a que cazan carne fresca). En el caso de ellos, la crítica es un poco menos dura. Se les puede llamar “viejo verde” cuando efectivamente están viejos, pero no hay nombre cuando tienen treintaytantos y ella está en sus veintes. Cuando ellos son los menores son la carne fresca e inocente y, bueno, también pueden ser vistos como oportunistas si ella es exitosa y adinerada.

Supongo que como consecuencia del bendito “qué dirán”, se han desarrollado algunas estrategias como mecanismos de defensa anti-prejuicios. Así, por ejemplo, no es infrecuente que muchas mujeres rían incómodas cuando se les pregunta la edad y, en el colmo de la estupidez, hay chicas que ridículamente se bajan la edad desde los veintes, y otras que responden que “nunca se le debe preguntar la edad a una mujer” (y lo dicen desde que tienen quince). Lo curioso es que hasta los mismos chicos tengan cautela cuando se trata de revelar las edades. En los últimos meses me he encontrado con algunos “¿cuántos crees?”, que no sólo buscan amortiguar el número real cuando tienen la sospecha de que son significativamente mayores o menores, sino también jugar a “¿de qué edad parezco?” y dar la opción al “¡ay, pero no pareces!” y así poder aferrase a ese argumento como al mástil en una tormenta. 

Está claro que todos tenemos el prejuicio de la edad en nuestro chip, pero en la práctica ¿hay realmente un problema con la diferencia de edad? He visto y conocido algunas parejas con considerables diferencias de edad y me resulta fascinante escucharlos hablar de su relación. Más allá del análisis psicológico que podría o no aplicar, (casi) todas están basadas en el amor maduro y no sólo en la química sexual (estoy hablando de parejas estables y consolidadas). Cuando pregunto sobre las diferencias generacionales me responden que es un factor más con el que hay que aprender a vivir. Algo así como si te tocó una suegra dulce o una antipática: te la bancas igual. Es muy probable que estén pensando en el tío que no quiere envejecer, en la señora regia con botox que quiere a su muñeco al lado, en el chico chupasangre con complejo de Edipo, o en la chibola hueca que necesita una figura paterna; pero todos esos son personajes estereotipados producto del prejuicio y de no poder ver más allá de nuestras narices.

En mi caso, he estado con un chico que era casi 4 años menor que yo, y como estábamos en nuestros veintes casi no se sentía la diferencia de edad (ojo, dije “casi”). Nunca he estado con alguien mucho mayor, pero no descarto la idea. Con los años he aprendido a valorar mucho más la madurez, los valores y el intelecto antes que lo físico, y lo cierto es que ninguna de estas características está relacionada a la edad. En todo caso, considero que los únicos márgenes que podrían limitar nuestra decisión de entablar una relación sentimental con alguien mayor o menor deberían ser nuestros planes y/o metas a mediano y largo plazo, especialmente las que no son negociables. Es decir, si he tomado la decisión de vida de tener hijos y definitivamente los quiero tener o si he decidido no volverme a casar siquiera por civil, no convendría que esté con alguien que ha decidido no tener más hijos o que tenga como meta personal casarse. Pongo estos ejemplos porque son probablemente los puntos más álgidos en las relaciones que tienen una diferencia de edad considerable. Sería maravilloso pensar que el factor “qué dirán” no entra en la ecuación (porque no debería) pero hay personas a las que lamentablemente sí les importa lo que opinen sus familiares, sus jefes, los amigos, etc. Bueno, cada loco con su tema. 

Al final, y como decía crudamente una amiga, “si yo me lo chapo y yo me lo tiro, a la única a la que le debe importar es a mí”. Y esa es la purita verdad.


Busqué otras canciones, y “40 y 20” es la que debe cerrar este post. Nunca me aburro de escuchar las canciones de José José. Ya saben: “es el amor lo que importa y no lo que diga la gente”.


jueves, 9 de agosto de 2012

¿Alta fidelidad?

Fiel: Que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él.

Interesante definición de la Real Academia Española. Ahora te pido a ti, querido/a lector/a, que definas “ser fiel”. Y no le des tantas vueltas con el “depende”, “de qué tipo de fidelidad hablas” ¿hay tipos?, “qué difícil tu pregunta”. ¿Cómo le eres fiel tú a tu pareja?
Hagámoslo más fácil: ¿qué es “ser infiel”? ¿qué consideras como “infidelidad”? Si tengo sexo con otro, claro que soy infiel. Si me chapo a otro, también. Si tengo un amigo cercano al que le cuento más detalles de mi vida que a ti, ¿soy infiel? Y, ¿si fantaseo con mi amigo? ¿si tengo chats muy calientes con él, o hasta sexo virtual? ¿Considerarías eso “infidelidad”?

Hace poco, un amigo/conocido (que no vive aquí y ninguno de ustedes conoce) publicó en FB que cumplía un año más de estar casado con una mujer espectacular, que lo había apoyado en un año muy difícil y que la que amaba con locura. Leer un post así en FB es lindo. Me encanta cuando en una pareja no sólo hay amor, sino admiración. El día siguiente me escribió por FB Messenger porque quería decirme algo. Le respondí lo más pronto que pude, y luego respondió: “quería decirte que eres preciosa”.  Si bien me agarró fría y no entendía del todo si era un cumplido de amigo o un intento de gileo desubicado, su siguiente mensaje me lo dejó más claro: “eres muy sexy”. Como no vive acá, ni es de acá, podría imaginar que es un gileo casi inocentón, y está buscando alguien con quien pueda sentirse aún capaz de “levantarse a una flaquita”. OK. Necesita sentirse rico, que aun puede jugar ese jueguito, que no se está malgastando en una relación matrimonial estable, y todas las demás razones imaginables para  justificarlo. Sin embargo, me parece una hipocresía máxima pretender que esto es “normal”. Claro, no pasó nada más porque no voy a jugar a ser su consolador virtual, pero qué pasaría si yo fuera una de tantas chicas que les importa un carajo la esposa porque no la conocen y no le deben nada. ¿Hubiera él llegado a la infidelidad virtual? Quién sabe.

Otra situación similar, que podríamos llamar curiosa, me sucedió en verano. Un amigo que conozco hace años, me escribió de la nada también por FB Messenger. Me preguntó cómo estaba, sobre mi hijo, mi trabajo, y otras cosas que podrías preguntarle a alguien que no ves hace tiempo. De pronto comencé a percatarme que sus preguntas se hacían muy personales, hasta que finalmente me propuso ir a su departamento a tener sexo. Esto no tendría nada de malo si no fuera porque tiene enamorada hace más de 2 años y hasta aparece con ella en su foto de perfil del FB. Sí. En el chat aparecía su foto de pareja juntito a su propuesta de una noche de locura. MEGAPLOP! Obviamente le dije que no y, como siempre le doy el beneficio de la duda a la gente, le pregunte si tenía algún problema con su novia o si no era feliz sexualmente, a lo que respondió alegremente que al contrario, les iba muy bien, la adoraba y el sexo era genial. Santos pobres imbéciles, Batman! No entendía, y se lo dije. Si era tan feliz, ¿por qué quería tener sexo conmigo? Su respuesta es digna de un conversatorio de sociología. Me dijo que de vez en cuando le gusta tener sexo con otra persona para distraerse un poco y “salir de la rutina”. Los mayas tenían razón. Es el fin. Nuevamente le dije que no, y llegó a la triste y patética propuesta de hacerlo virtual o que le mande una fotito. Es decir, quería sexo a toda costa, pero con cualquiera menos su novia. Risas, vergüenza ajena, decepción, lástima… qué les puedo decir.

Ojo, no soy ninguna puta conocida, y menos una chica fácil. ¿Será que doy la imagen de desesperada? Quiero creer que no.  Y el hecho que sea soltera no significa que esté buscando alguien que calme mis necesidades fisiológicas. Gracias, pero sé muy bien cómo hacerlo. En todo caso, ¿tendría que considerar cambiar mi foto de perfil para no dar ideas equivocadas? Cambio mi foto para aparecer con sotana y mi situación sentimental a “casada con Dios”. No. El problema no soy yo.

Después de algunas infidelidades vividas y varias conversaciones con amigos/as que han sido infieles, me doy cuenta que el problema está en la definición que le damos a “ser fiel” y en cómo interpretamos nuestros valores para que encajen perfectamente en nuestra moral, y así podamos dormir tranquilos. Yo no soy nadie para decir lo que está bien o está mal. Lo que sí puedo decir es que cualquier cosa que hagamos que afecte nuestra relación y/o la confianza que nuestra pareja nos da, no puede estar bien. Es tan simple como no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti.


Escogí esta canción porque el video muestra situaciones cotidianas en las que podemos jugar al gileo sin que llegue a ser infidelidad.

lunes, 30 de julio de 2012

La hora del break

Cuando era niña y estaba en el colegio había días en que estaba hastiada de todo. Las horas de clase se hacían eternas y nada me emocionaba. Garabateaba una hoja de papel mientras dictaban clase, pero igual no pasaban más de 5 ó 10 minutos. Quería salir corriendo y no podía, me sentía atrapada. En esos momentos, en que estaba aburrida hasta la punta de mi corbata escocesa, sólo podía esperar con algo de emoción el recreo, que en mi colegio llamaban “break time”.


El amor y las relaciones son una montaña rusa emocional. Y si no te gustan las montañas rusas, te jodiste. Te guste o no, si decides tener una pareja e involucrarte emocionalmente (como debería ser) vas a vivir momentos maravillosos donde escucharás pajaritos cantar y pensarás que eres la persona más feliz del mundo, y otros en que estarás moqueando desesperado/a, esperando que responda tu llamada o aparezca el doble check del whatsapp (que, por cierto, no significa que leyó el mensaje). Estas “subidas y bajadas” son normales, siempre y cuando se mantengan en un rango no-patológico. Cuando desarrollas una suerte de adicción a las embriagadoras “subidas”, que generalmente vienen después de las grandes “bajadas”, tienes el primer síntoma de estar en una relación patológica. Mantén la calma. Coge tu teléfono y llama a tu psicólogo de confianza. ¡Llame ya!

Pero también, entre las subidas y bajadas habrán momentos en que estarás harto/a y pensarás creativamente en una de las “1000 maneras de morir” que mejor se ajuste a tu pareja. No se escandalicen, Es bromita. Y en el peor de los casos, te aburrirás y sentirás la necesidad de querer salir corriendo, y no podrás. Te comenzarás a sentir atrapado/a y hasta angustiado/a, dudando de lo que sientes. De pronto, vendrá a tu mente ese recurso casi desesperado que puedes utilizar como cartabajolamanga: “necesito un break”.

Break. Un nombre muy ligero (y alienado) para una situación muy densa, con pronóstico “reservado”. Un break es querer/necesitar un tiempo-fuera, un “respiro”, espacio, estar solo, querer pensar, encontrarse a sí mismo, y todos los etcéteras que cada uno de nosotros conoce muy bien. Básicamente consiste en que el que pide el break quiere interrumpir el ritmo de pareja que ha mantenido la relación hasta ese momento para alejarse y poder pensar “objetivamente” en la razón por lo que quisiera continuar en esa misma relación. ¡Ah! Y, todo esto, sin dejar de ser enamorados. Algo así como ponerle pausa a una película, pedir un “chepi” o “chepi bola” a tus amiguitos, “un comercial… y regreso”.

El tiempo de este break es relativo y, en mi opinión, el principal factor de tortura para quién es “victima” del break. Me parece que generalmente no se le pone un tiempo de duración, porque estarías quitando el factor “libertad” de este recurso. Sin embargo, debo decir que eso es maldad pura purita. ¿Qué se supondría que debe hacer? ¿seguir enamorada/o o comenzar a desenamorase? ¿olvidarse de su relación y sus planes en pareja o dejar de pensar en eso como si nunca pasó? ¿salir con amigas/os solteras/os o quedarse en casa sola/o y llorar? Es decir, tú me pides un break, y yo tengo que poner mis sentimientos “on-hold” hasta que decidas si quieres o no seguir conmigo… Congela la lágrima mamita/papito, y sigue viviendo como si nada ha pasado… ¿¿¿whaaaaatttt??? ¿Una semana? ¿dos semanas? ¿un mes? No way! No exagero. Es un verdadero infierno emocional por la maldita incertidumbre de no saber qué va a pasar. Lo mínimo que podría exigir alguien que se quiere es que (al menos) le digan cuánto tiempo debe “esperar”. Es lo justo, pe varón.     

Además, no tengo muy claro el objetivo real de este tiempo/periodo en el que “sí, aún estamos, pero no me llames”. Seamos honestos. ¿Cuánto tiempo de “aire” necesitarías para tener una idea,  respuesta o señal sobre qué hacer con tu relación? Lo más probable es que pasen un par de semanas y ya comiences a extrañar y sientas que debes volver… pero eso será sólo tu falta de costumbre a estar sólo/a, y eventualmente caerás en el mismo círculo pre-break. Ahora, si te tomas el tiempo y no lo/la extrañas nadita en más de dos o más semanas y, por el contrario, estás más feliz que chancho en el lodo, creo que tienes la respuesta que buscabas y deberías hacérselo saber rápido a quién aún espera tu respuesta.  

Y es que llegar a tener que considerar “tomarse un tiempo” no puede ser fácil. Bueno, no debe ser fácil. Lo importante es que siempre se mantenga el respeto por los sentimientos del otro, y se deje las razones y reglas claras para que tu pareja también se tome el tiempo para revisar si hay algo que podría mejorar, y así convertirlo más en una pseudo “decisión de pareja” que una imposición unilateral. Hasta suena más bonito.


Esta triste canción de Gianmarco y Alejandro Sanz nos cuenta muy bien porque a veces se necesita un break. Tortúrense.
"Dejemos tiempo al tiempo
volvamos a extrañar
tomar un nuevo aliento
Respirar, respirar
Dejemos tiempo al tiempo
no vuelvas a pensar
paremos un momento al respirar"





domingo, 22 de julio de 2012

Esa tortura llamada “limbo sentimental”

Una de  las grandes “epidemias apocalípticas” que atacan actualmente a hombres y mujeres por igual, es el miedo al compromiso. Y no me refiero únicamente a comprometerse para casarse, ojo, sino más bien a todo lo que implica tener un compromiso sentimental con alguien.

Supongamos que, por esas cosas locas de la vida, los astros se alinean, hay luna azul, clasificamos al mundial (ok, la última no) y finalmente conoces a un chico simpático, agradable, con pinta de caballero, que muy galantemente te invita a salir. Sorry por romperles el globito, pero si me preguntan la “invitación a salir” es otro drama. Es el primer eslabón en una cadena de autocuestionamientos a todo nivel, que muy probablemente traerán cola (léase resaca emocional).

Entonces, la parejita quiere salir y conocerse. Se mensajean o whatsappean. No, ya no se llaman. Chatean, y proponen verse en algún lugar bonito para conversar, conocerse y blablablá. La impersonalidad de estas herramientas hace que ellos y ellas puedan escribirse sin ningún tipo de compromiso. Todo es súper informal. El plus, es que ninguno escuchará la voz emocionada y nerviosa del otro, y no habrá silencios incómodos. Hoy por hoy estos gadgets son un MUST en el dating game. ¿Qué? ¿No tienes whatsapp? ¿No tienes Facebook Messenger? ¿¿¿Tampoco un smartphone??? Rey, reina: te informo cariñosamente que estás fue-ra-del-jue-go. ¡Estamos en el 2012! Ubicaína, por favaaaarr!

Llega el gran día y no sabes que carajos ponerte. Ella no quiere estar muy calata porque van a conversar y no quiere dar una impresión “equivocada”. Tampoco muy chacrosa porque él pensará que no te cuidas nada y eres la chimoltrufia versión 2.0. Verá mil opciones y dirá “¡no tengo nada que ponerme!”. Les hablaba de drama, ¿no? “¡Uy, carajo! ¿Estoy depilada?” Lo más probable es que no pienses tirártelo a la primera salida pero la verdad es que nunca sabemos qué nos podremos permitir después de unos cuantos vinitos. Ya te vi con la carita de “¿Yo? Nunca”. Por favor, ¡el que esté libre de pecado que tire la primera prenda! Acuérdate de mí.
Bueno, ella encuentra que ponerse, y si se depiló o no es su rollo. Finalmente, salen y la pasan genial. Conversan por horas y sienten que el tiempo quedó corto. Hubo un “click”. No puedes esperar a volverlo/a a ver. Pero, adivina que, no vas a tener ni puta idea de qué sintió él/ella realmente. Y, una de las reglas del juego (muy estúpida, por cierto) es no dejar entrever muy rápido que tienes interés, y para eso no debes escribirle/chatear al día siguiente, y esperar un tiempo “prudencial”. Todo con calma, todo cool, fresh, rico papito/mamita soy… tócame, que soy realidad.
Nos saltaremos las horas o días de desaparición de esa persona, hasta que vuelven a contactarse para salir nuevamente. “Bien, carajo, ¡de verdad le gusto!”… ¡STOP! Bá-ja-te, y bájate rápido porque aún no hay compromiso. El único “pseudo” compromiso que podría haber es que si no agarraron o tiraron en la primera salida, en esta hay muchas más posibilidades que así sea.

Termina la segunda salida, que más allá de que hayan agarrado o tirado (lo cual para efectos del compromiso, no significa nada), viene la etapa más complicada. Ese momento híper traumático donde se te asoma por primera vez esa escalofriante pregunta a tu mente: ¿somos algo? ¿qué somos? ¿estamos saliendo?...¿¿¿estamos??? Les dije que iba a haber drama, ¿o no?

Desde este momento la historia se puede convertir en un lindo cuento de novios, o una pesadilla de solteros/as. No nos engañemos. Si realmente nos interesa esa persona tendremos la necesidad verdadera de saber si él/ella está en la misma “sintonía” que nosotros. Y, en mi opinión, creo que es perfectamente normal.

Si decidimos seguir así, en saliditas sin compromiso por los siglos de los siglos, esperando hasta que el broder se “anime” o la reina pregunte, podemos perder muchos meses de nuestra preciada juventud y paz mental.
Esta frase se me viene a la mente: “Dime tu situación sentimental, y te diré si eres estable”. Porque, nos guste o no, ese no-saber-que-soy-para-él/ella es una tortura. Sentirás ganas de revisar muy bien su Facebook, ver sus fotos y te preguntarás, y especularás, y perderás concentración; sólo por no tener claro el “panorama”. ¿Aún no me crees? Si estas saliendo con alguien, completa esto y revisa tu nivel de “estabilidad”.

Favor ubicarse en el listado siguiente y marcar la alternativa que corresponda:
- No salgo con nadie y soy feliz = J
- He salido con alguien, pero no estamos “saliendo” = ¿?
- (Creo que) estoy saliendo con alguien, pero recién nomás = ¡!
- Estoy saliendo con alguien hace 2 o más meses = O.O
- No sé, la verdad. Salimos pero es algo así como una relación abierta = @.@

Mi consejo: mira cómo va el tema con esa persona y cuándo sientas que es el momento, pregúntale. Ojo que acá el que tenga la “sartén por el mango” será el primero que decida poner clara la situación y dejarse de “asumir” cojudeces. Quien haga esto puede ser cualquiera de los dos (sí, las chicas también). Ármate de valor y dile: ¿estamos “saliendo”? ¿somos exclusivos? ¿ves esto como algo serio ahora o a futuro? Segurito ya se les bajó la presión de sólo pensarlo, y tampoco deben preguntarlo la primera vez que se ven, pero por amor propio no debes dejar que pase el tiempo y mantengas esa incertidumbre.

Si te gusta esa persona y quieres algo más, ¡díselo! Lo peor que puede pasar es que te diga que no le gustas y que sólo eran “amigos” (que por cierto es floro barato y significaría que es un reverendo patán o una pobre cojuda). Mientras más rápido tengas certeza, más rápido podrás dejarte enamorar y disfrutarlo, o cerrar el capítulo y decir “¡NEEEEXT!”.


Las Supremes dicen que no se puede apurar al amor, y es cierto. Pero creo que podemos al menos preguntarle "¿qué onda?", jajaja.

domingo, 8 de julio de 2012

Vamos a “jugar”

En primer lugar, quiero disculparme por no haber posteado las semanas anteriores. Digamos que tomé un descansito que resultó muy útil, ya que tengo muchas más ideas para futuros posts.
Segundo, quería agradecer a Eduardo Adrianzen por la inmerecida recomendación de mi blog que hizo hace un par de semanas a sus seguidores en twitter. Fue un honor. Gracias miles.
Finalmente, gracias a quienes han entrado a ver si colgaba algo nuevo. Prometo hacer lo imposible para postear algo cada semana. ¡Gracias por leer!


Hace algunos años, cuando también estaba soltera, llegó el día en que me aburrí. La vida de soltera, llena de diversión, libertad y juerguita, terminaron por hartarme. Me había cansado de repetir mil veces lo mismo: salir a los mismos lugares, vestirme y producirme para cada salida, conocer a los mismos tipos de chicos y escuchar las mismas preguntas: ¿cómo te llamas? ¿cuántos años tienes? ¿qué haces por la vida? ¿dónde trabajas?, etc.
Hasta llegué a plantearme seriamente la posibilidad de elaborar una suerte de brochure o panfleto donde estuvieran resumidas todas las respuestas a esas preguntas que me hacen en el tan estereotipado momento de conocerse. La utilidad de esta propuesta hubiera sido absoluta, ya que ahorraría tiempo y esfuerzo a ambas partes. Para optimizar al máximo mi planeado brochure, en la parte inferior o final del texto incluiría este pequeño (pero muy útil) “disclaimer”:

“Abstenerse casados, comprometidos, enamorados (así estén ”en un break”), sacavuelteros, mitómanos, inseguros, controladores y patanes. Bajo ninguna circunstancia pretender falso interés, por su propio bienestar psicológico. Se ruega notificar si no te gusta bailar, tienes “dos pies izquierdos” y/o eres malo en la cama (favor considerar todo el feedback recibido en este campo).
Nota: Si sólo buscas un agarre o sexo casual, avísame a ver si estoy interesada.”

Pero, como toda iniciativa revolucionaria, fue muy criticada por mis amigas, quienes lo tomaban a broma y dejaban entrever en sus miradas que no debía hacerlo. Qué lástima.

En el punto más bajo de mi aburrimiento, decidí jugar a no ser yo. Usaba un apellido inventado y la vida de alguna amiga o amigo que conociera bien. Después, decidía el personaje: una cucufata que acababa de terminar con su único enamorado, una “come-hombres” declarada que lo único que quería era sexo (mi versión de Samantha Jones de Sex and the City), una desesperadita por casarse, y hasta la extranjera de visita por Lima. Eso sí, usaba mi nombre, si no hubiera sido muy difícil. Ay, ¡si pudieran imaginar lo divertido que es ver las reacciones de los chicos “en la cancha” con estos personajes! Hago una pausa necesaria para reírme a carcajadas de esos recuerdos realmente “priceless”.
Por supuesto que no “jugaba” esto cuando un chico parecía realmente interesante, pero la mayoría tiene prácticamente puesto un cartel que dice “te quiero comer”, así que no me perdía de nada. Sin embargo, debo confesar que algunas reacciones me sorprendieron, pero mejor les cuento para que saquen sus propias conclusiones:

La cucufata: Por más que intentaban agarrar conmigo, nunca atraqué. Les decía que no podía besar a alguien que no fuera mi enamorado, porque no era correcto. Los tres chicos que conocí y, con los que jugué este jueguito, lo tomaron como un reto. Me apretaban al bailar y yo les decía que me incomodaba tenerlos muy cerca y se alejaban pero volvían a hacer lo mismo al rato. Trataban de convencerme de que no tenía nada de malo agarrar, que yo gustaba mucho y que podían “ver” que yo era una chica especial. Floro misio del bueno. Unas joyitas.

La “come-hombres”: Esta versión fué un hit. Los dos chicos que conocí se rayaron. No sabían que hacer conmigo y las indirectas súper atrevidas que les mandaba. A los dos me los agarré y, sorpresivamente, me trataron súper bien, como a una “dama”. Qué ironía. Cuándo ya quería sacármelos de encima les decía “para ir a otro lado”, y podía ver en sus ojos que no sabían que responder. Inventaban alguna escusa y no atracaban. ¿Será que le gusta ser ellos los que hacen las propuestas? o ¿tal vez fui muy intimidante? Quién sabe…

La desesperadita: Esta era la más divertida. Me encantaba verles la cara cuando les pedía sus nombres para añadirlos a mi Facebook y les decía que quería llevarlos a una reunión de mis amigos en menos de 10 minutos de haberlos conocido. Hasta les decía que me iría de viaje y les preguntaba ¿me vas a extrañar? Pobres ilusos. ¡Salían corriendo espantados! Infalible para ahuyentar hombres.

La extranjera: La verdad no soy muy buena con los acentos, pero por trabajo tenía cierto contacto con colegas latinoamericanos. En el afán de ironizar al extremo el objeto de la infidelidad de mi ex enamorado, elegí ser una colombiana. Si me preguntan, he viajado a Colombia, tengo amigas y amigos colombianos a los que tengo mucho cariño, pero igual pienso que las colombianas hablan horrible, son fáciles y muy resbalosas. Sí, es prejuicioso y debería darme vergüenza y blablablá. Yo sé, de acuerdo pero, como les dije, mi ex me sacó la vuelta con una, así que no me pidan más de lo que puedo dar. Entonces, como la “colocha” conocí a un muchachito que se alucinó mal conmigo (o la turista, en todo caso). Bricherooooo. Llegó al punto de preguntarme mi hotel y mi número de habitación. Tuve que inventar que ya regresaba a mi país y le di mi disque número de teléfono en Bogotá (completamente inventado, claro). En su obsesión extrema por el acento foráneo, se ofreció a llevarme al aeropuerto y por supuesto, prometió ir a “visitarme”. Juro que ni siquiera tuve que esforzarme en parecer interesante. Bastaba con un poquito de acento al hablar y el broder se alocó. Mucha novelita colombiana, creo.  

Y así fué como momentáneamente supere el aburrimiento y pude convertir esta etapa en una de las más divertidas de mi vida. No tomaba en serio las salidas ni conocer a estos chicos, y actuar y pensar así siempre es liberador. Sin embargo, jugar esta “versión” también terminó por aburrirme, así que ya casi no frecuento estos lugares. He decidido no jugar más ningún juego. Me jode el estereotipo de la chica que espera a que me saquen a bailar y, como no soy buena esperando, si tomo la iniciativa resulto ser la loca fácil de la noche.
Es muy probable que pierda este “juego” por W.O. (walkover) y la verdad no me importa. Si llego a conocer a alguien supongo que será en alguna otra circunstancia más atractiva para mí. Mientras tanto, así, tranquilita, estoy mejor.
Esta canción resume bastante bien la "rutina" de la que me aburrí. Disfrútenla.


Incluyo esta canción de Lily Allen porque su letra es simplemente genial y refleja ese hartazgo que describo.

“Can't knock 'em out, you can't walk away
Try desperately to think of the politest way to say
Just get out my face, just leave me alone”



domingo, 10 de junio de 2012

Esa desventaja femenina

Les contaba en un post pasado de ese juego perverso que es ahora salir para “conocer” a alguien. Como todo juego, éste también tiene reglas (tácitas, claro) y la verdad son muchísimas. Yo no las conozco todas, pero si hay escritores dedicados a investigar éste sórdido mundo, y así ayudar y orientar a las cándidas solteras que deciden aventurarse a navegar en aguas tan turbias. Estos “manuales de supervivencia para solteras” existen, y la mayoría son best sellers. No es broma. Pueden googlear “Dating for Dummies”, “How to Date and not get hurt”, y encontrarán  una gran fila de etcéteras. Se les conoce más por su nombre bonito: “libros de autoayuda”. Confieso que soy una fanática de estos libros, y de lo que he podido revisar diría que se dividen en dos grupos.
El primero busca ayudar a que te adaptes a tu nueva realidad, y logres ser una chica moderna, súper chic, sexycool, algo hipster, con una dosis de culisuelta “al gusto” y, muy importante, relajadaaaaza. Tu frase favorita deberá ser “tranquilo, todo bien”, cuya traducción subconsciente será “papito/broder/causa: aquí no pasó nada”; y el objetivo final será evitar que termines hecha un moco, con el rímel corrido y el corazón hecho anticucho, medio borracha en el taxi camino a casa.
El segundo grupo de estos libros están dedicados a esas mujeres que no compraron los libros del primer grupo y han terminado emocionalmente más abolladas que la boxeadora tailandesa después de la gomeada de Kina. Ya que no obtuviste resultados positivos, sólo queda hacerte sentir que no tienes la culpa. No eres tú, son ellos. Y buscan darte paz, y alguito de esperanza en el futuro a través de la frase “lo que tiene que ser, será”.

Lo que más me llamó la atención siempre de estos libros de autoayuda es que en prácticamente todos el público objetivo son mujeres. Lo que hacía que me pregunte ¿por qué somos las mujeres a quienes nos cuesta más adaptarnos y, en consecuencia, sufrir por este juego? ¿por qué a los hombres no les afecta, y más parece que lo disfrutan? Es probable que esto tenga una respuesta compleja, pero igual les comparto mi teoría:
Las mujeres entramos al juego con desventaja. De chiquitas, jugamos con Barbies que vendían hermosos estereotipos rosa de una adultez “nice”. Casa, departamento, hacienda, carro y camioneta de la Barbie; junto a un Ken que mostraba una sonrisa complaciente. Si nos aburríamos podíamos jugar a la cocinita, o a la mamá con nuestro Chicho Bello o Peloncita preferida.  Veíamos a la Bella Durmiente que necesitaba el beso del verdadero amor para poder despertar; a Blancanieves que al final le pasó lo mismo; Cenicienta, Rapunzel y muchas otras más. ¿Alguien dijo mujercitas desvalidas? Todos los personajes femeninos de cuentos y dibujos animados necesitaban un hombre que las ayude o rescate; y terminaban casi siempre con el trillado “final feliz” que era la boda con el príncipe azul en caballo blanco que las había salvado. Como si esto fuera poco, aprendemos que para temas sentimentales los hombres son quienes marcan la pauta. Ellos necesariamente son los que deben tener la iniciativa y tomarte de la mano por primera vez, acercarse para besarte, son quienes deciden y te dicen para “estar”, y los que eventualmente deciden pedir tu mano en matrimonio; para que así, la niña ilusionada que habita en todas nosotras pueda tener su propio “final feliz”.

Entonces, y volviendo al juego, tenemos chicas que tienen estas ideas estereotipadas insertadas en su subconsciente (misma Naranja Mecánica), y las hace esperar a un supuesto príncipe azul que las rescate de su soltería para que puedan ser felices. En la vida real, lo mejor que podría pasar es que el chico al menos sea amable y respetuoso. Pero un príncipe azul, ya no hay, si es que hubo alguna vez.

Me imagino que en este momento deben alucinarme la soltera más bitter y naquever del medio. Es más, ya deben haberme posicionado alegremente en alguno de los dos grupos objetivos de los libritos de autoayuda, y lamento decirles que no estoy en ninguno. Ya probé los dos, y creo que estoy en un limbo no definido. Me explico: tengo todas las enseñanzas aprendidas y aplicadas (si, también la dosis “al gusto” de culisuelta), puedo ser relajadaaaaza, se decir “todo bien, broder”; pero más importante, no me siento ni víctima ni culpable. Creo que he logrado poner todas las experiencias traumáticas vividas en el cajoncito correcto de mis memorias, rescatar lo que me sirve y descartar lo que no. Ahora conozco gente por el gusto de conocerlos y porque todos tienen algo que compartir o enseñar. Si salgo, me divierto, y no espero nada. Si quiero bailar, bailo. Si quiero dejarme conocer, lo hago. Si quiero agarrarme a alguien, me lo agarro. Si quiero hacer un experimento socio-antropológico y pretender ser alguien diferente sólo para ver cómo reaccionan, lo hago. OK, eso no parece muy normal, pero la verdad es que es divertidísimo, y será motivo de más de un post. Finalmente, no estoy esperando que me salven, porque no estoy en “aprietos” y me gusta estar tranquila. Decido ser feliz porque quiero y creo mis propios momentos de felicidad. Por supuesto que disfruto ilusionándome, y el día que me vuelva a enamorar seré tan torpe y cursi como siempre lo he sido. Soñaré despierta y me afanaré como chiquilla, porque así he sido, soy y seré; y me encanta. Confieso que no ha sido fácil llegar a esta "pseudo-paz", pero no es imposible.

Hace poco un amigo me pasó este link con el extracto de una película genial, donde varias mujeres relatan sus historias de amor. Lo mejor de esta historia es una frase que me hizo pensar muchísimo: "debemos construir un puente entre nuestros sueños y quienes somos”.
Sin afán de creerme psicóloga, considero que eso es lo que nos falta hacer a muchas mujeres. El momento en que comencemos a entender que lo que soñamos para nosotras se enmarca en nuestras propias reglas, podremos encontrar el camino a nuestro verdadero cuento de hadas, y si queremos, a nuestra propia adaptación del “final feliz”.


domingo, 3 de junio de 2012

Esencia peruana

Hoy nuevamente va a jugar Perú, y como es de esperarse los comentarios fatalistas no se han hecho esperar. Hay jugadores lesionados y lamentablemente son “los mejores”. Jugamos contra una selección non plus ultra; y claro, no existe manera que logremos una victoria.
Un ratito señores… ¿a qué hora es el partido? ¿ya lo perdimos acaso?

A veces me parece que los peruanos olvidamos qué es el Perú, cuál es nuestra historia y de qué estamos (o deberíamos estar) hechos.
Honestamente, ¿podrían señalar una batalla o combate que hayamos peleado con todas las variables a nuestro favor?
Desde que llegaron los españoles siempre estuvimos en desventaja, y en desventaja real. De ahí, todo fue hacia abajo. Nuestra gente fue realmente oprimida. ¿Tenemos acaso idea de cuánta gente peleó y murió por un ideal llamado “libertad”? En las guerras siguientes, cuando se llegó a pelear en la mismísima Lima, ¿sabemos cuántos jóvenes tuvieron que pelear porque ya no quedaban soldados vivos que lo hicieran? ¿cuántas mujeres cosieron uniformes improvisados para estos valientes jóvenes? Y todo por una bandera, por un sentimiento de “patria” que pocas veces tenemos el honor de ver en la actualidad.
¿Te has puesto a pensar qué hubieras hecho tú?

Yo tuve la suerte de tener un padre que me enseñó el valor del compromiso y la convicción, cuando durante los “paros armados” que declaraban los miserables terroristas él se levantaba y salía a trabajar a pesar que yo le lloraba para que no lo hiciera porque tenía miedo que lo mataran. Él me decía: “Eso es lo que ellos quieren, que paremos, que no vayamos a trabajar, que tengamos miedo. Nosotros no podemos darles eso porque ellos ganarían”. Que tales cojones de mi padre, y de todos nuestros padres, para salir a trabajar y “hacer Perú” en pleno paro armado y en una coyuntura donde su país no les daba muchas oportunidades.
¿Te has puesto a pensar qué hubieras hecho tú?

Díganme, ¿cuándo han “peleado una batalla” perfecta? o ¿“jugado un partido” estadísticamente justo? Mejor aún, ¿cuándo han aceptado una chamba que no incluya un reto? ¿cuándo han entrado a clases sabiendo todo lo que se iba a enseñar? ¿cuándo han decidido hacer algo difícil o ponerse en una situación que los retara, sólo armados con la fe en que después todo estaría mejor?
Todos, hasta el más acomodado de nosotros ha pasado por esto. Y es que nuestra necesidad de creer, de confiar, de tener fe en un resultado positivo es parte de nuestra esencia. Una esencia peruana luchadora que sabe que se puede ganar al margen de la adversidad. La misma que nos hace sonreír cuando leemos que nuestro país sigue creciendo; la que nos mueve cada fibra nerviosa cuando vemos el spot de Marca Perú y las maravillas que tenemos; la que nos emociona cuando nuestra selección mete un golazo; la que nos hincha de orgullo por ser peruanos, por primera vez como colectivo común desde que nacimos.

Hoy, yo voy a hacer lo que me toca como peruana: alentar a mi selección. No jugar a ser DT ni crítica deportiva. Yo, durante el partido, voy a alentar (léanlo bien: alentar). Ese es mi rol en esta “batalla”, y he decidido asumirlo con la misma convicción con la que asumo cada mañana el reto de ir a trabajar por mí, por mi hijo y porque quiero que mi país siga creciendo; con la misma convicción con la que juego cada partido que me ha tocado jugar (y los pichangueros deberían entender esto mucho mejor que yo); y con la misma convicción con la que le digo a mi hijo “que rico es ser peruano” cada vez que comemos un cevichito y un arroz con mariscos.
Porque la objetividad ayuda antes del partido para la estrategia, y después para el análisis y encontrar áreas de mejora. Durante el partido, hay que tener garra señores. Y “garra” es todo eso que me cuesta encontrar: convicción, compromiso y fe en que “si se puede”. Después de todo lo que hemos pasado, ¿les queda alguna duda?

Si nuestros abuelos vivieron el gobierno militar y siguieron luchando por surgir; si nuestros padres se quedaron y enfrentaron un terrorismo castrante y amedrentador, y aun así no les tembló la mano; yo, que tengo paz y libertad, voy a pelear todas y cada una de las “batallas” que me toquen, con total y absoluta fe en la victoria. Más aun, jamás perderé ni una sola batalla antes de haberla empezado.

Esa es mi esencia como peruana, y sé que la tuya también.

martes, 29 de mayo de 2012

El juego sin nombre

Hace algunos años incursioné en el mundo de las “salidas de solteros”. Hasta ese momento mis salidas de soltera por año se podían contar con los dedos de la mano, y siempre eran con un grupo de amigas donde todas tenían enamorado así que sólo bailábamos entre nosotras. A los caballeros que piensan que las salidas de mujeres solas son “la perdición”, lamento decirles que generalmente no es así. 

Conocí en el trabajo a una chica “soltera y feliz” como yo. Poco a poco nos fuimos haciendo amigas y podría decirse que hicimos “click”. Fue con ella que comencé a salir como nunca antes. Todos los viernes frecuentábamos un bar barranquino (llegando a hacernos patas del señor del estacionamiento) y los sábados repetíamos el plato o a veces probábamos algún nuevo lugar miraflorino. Las dos estábamos hartas de las discotequitas yuppies en Larcomar, y la onda barranquina nos atrapó casi por completo.

Teníamos también en el trabajo otra amiga que era un poco mayor y bastante más loca que nosotras. A veces también nos acompañaba, pero la mayoría de veces se perdía “por ahí”. Pongo estas dos palabras entre comillas porque a partir de ese año adquirieron un significado mucho más amplio del que conocía hasta ese momento. El recuerdo más palpable que tengo de esta última chica es el de una conversación que tuvimos durante un almuerzo en el que hablamos de lo que era salir y conocer gente, de las intenciones de los chicos y hasta donde se llega con ellos. Mi aun inocente cerebro defendía la posibilidad de conocer a un chico bueno, decente y respetuoso. No me levanten la ceja. De verdad lo creía. Ella dijo las siguientes palabras que me han acechado por años (y aún a veces lo hacen): “Una puede salir, conocer a un chico que parece lindo, conversar largo y tendido, y sentir que le gustas; pero la verdad es que la gran mayoría va a querer agarrar contigo o tener sexo y nada más”. Debo haber puesto cara de niño al que le dicen que Papa Noel no existe. Entré en negación y decía que no podía ser, que no creía; a lo que ella replicó: “No importa que hagas, que digas, o que tengas puesto; él nunca te va a conocer si es que de verdad no se da la oportunidad de hacerlo. Y la mayoría de chicos no quieren darse esa oportunidad”. A las solteras que acaban de leer esto, pueden parar y releerlo las veces que necesiten. Es difícil de digerir. No lo quise creer. Terminé de almorzar y decidí olvidar ese comentario de mujer despechada, amargada y desesperanzada.

Lo que siguió a partir de ese año fueron experiencias que me demostraron cuánta razón tenían esas palabras y me abrieron los ojos más que a perro pequinés. Encontré que salir en la actualidad es mucho más que sólo producirte, verte bonita y esperar conocer a tu galán. A decir verdad, es un “juego” y tienes (¡necesitas!) saber que efectivamente lo es para poder jugarlo y al menos no perder por knock-out (léase: terminar con el corazón roto llorando en el baño del bar).

La triste realidad es que ahora todos se cagan de miedo. Déjenme generalizar, por favor. Todos, hombres y mujeres, han desarrollado una coraza tan pendeja producto de las malas experiencias y desilusiones, que no son capaces de dejarse conocer y mucho menos interesarse por conocer a otro.

Les explico a qué me refiero: Producto de un corazón roto, el chico decide no amar más y se convierte en cualquiera de las siguientes subespecies de la noche. Tenemos al que quiere chaparte, y no le importa ser obvio ni hacer el ridículo. Es más, pareciera que lo hace a propósito para que “atraques rápido”. Whaaaat??? También está el caleta (para mí, el peor) cuyo modus operandi consiste en tomarse su tiempo. Te invita un trago, se sienta a conversar contigo, finge interés, te hace sentir cómoda hasta que intenta agarrar contigo, y si atracas: la cagada, porque te va a florear con que eres la mujer de su vida para finalmente invitarte a otro lado más tranquilo porque ahí hay mucha bulla. ¿Dónde? Dirás tú, y el responderá “por ahí”… (lo dejo a su imaginación). Lo peor de esta subespecie es que no quiere, ni va a querer, más que eso y es muy probable que no te vuelva a llamar. Obviamente, entre estos ejemplos hay intermedios, pero igual, en todos los casos juegan entre ellos a quien se agarra/tira más chicas esa noche.

Las chicas (al menos las de mi generación) es muy probable que salgan a jugar con un corazón blando y abierto a conocer al amor de sus vidas. Cuando estas chicas se encuentran con los chicos como los descritos, se van al mismísimo carajo. No voy a entrar a detallar la vorágine analítica en que forzosamente entran, pero la verdad es que puede ser que pase por lo mismo un par de veces más hasta que suceda lo inevitable: se convierte en una bitch. Es decir, se adapta, y comienza a jugar el mismo juego. Ya no se la agarran, si no ella se los agarra a todos. Aprende el exquicito arte de “calentar” y se comienza a sentir poderosa. En el extremo de la adaptación, llega a tener sexo solo por tenerlo, y punto. Nada de cursilerías como “hacer el amor”. Ojo, no digo que este mal. A decir verdad, celebro la liberación sexual femenina, pero por las razones correctas. De lo contrario, no es verdadera “liberación”.

Este cuento termina como la pregunta del huevo y la gallina, porque esta chica le romperá el corazón a un chico que decidirá no enamorarse nunca más, ser un pendejo y continuar así propagando las malas costumbres. Me resulta triste que en un mundo en el que “no solo hay que ser, si no parecer”, también para relacionarnos tenemos que aprender a “jugar”.

Personalmente, creo que no está mal “jugar” siempre y cuando el otro esté jugando también, y las reglas estén bien definidas. Juega con quien juegue tu juego. Y punto.

Nota: Estoy segura que hay muchos ejemplos que pueden desacreditar lo escrito en este post, ya que he oído por ahí que hay finales felices que empezaron en estos mismos escenarios, y me alegra que haya sido así. Sin embargo, considero son los menos.

Los dejo con esta canción de ABBA de 1977, cuya letra habla por sí misma. (El link es de Mamma Mia porque es la única que tenía letra)

Yo era un caso imposible
Nunca nadie podía acercarse
Pero puedo ver en tu cara
Mucho de lo que puedes enseñarme
Así que quiero saber
¿Cuál es el nombre del juego?
¿Esto significa algo para ti?
¿Cuál es el nombre del juego?
¿Puedes sentir de lo mismo que yo?
Dime por favor, porque tengo que saber
Soy una tímida niña, comenzando a crecer
Y me haces hablar
Y me haces sentir
Y me haces mostrar
Lo que estoy intentando ocultar
Si confío en ti, ¿me decepcionarás?
¿Te reirías de mí, si dijera que me importas?
¿Podrías sentir lo mismo que yo?
Quiero saber
El nombre del juego

domingo, 20 de mayo de 2012

Primer amor

Si me preguntan quién fue mi primer amor no podría responder de inmediato. El primer recuerdo de tengo de algo que podría llamarse “primer amor” viene del nido. No recuerdo si fue una amistad convertida en amor, un amor a primera vista o un “más me pegas, más te quiero” infantil; pero si puedo recordar un nombre: Efraín. Tengo el recuerdo de estar con mi mejor amiga del nido corriendo alegremente desde la zona de juegos al salón de pintura, mientras nos dejábamos perseguir por Efraín y su mejor amigo (al que obviamente también le gustaba mi amiga). No recuerdo muchos detalles porque tenía 4 años, pero si tengo el recuerdo de su cara y sus lindos ojos verdes. Recuerdo también que estaba clarísimo para la gentita del nido que él era mi “novio”. La Miss Miriam lo sabía, la Miss Chana lo sabía; hasta mi mamá lo sabía y, por supuesto, le encantaba la idea. Si, leyeron bien. Tenía 4 años y mi madre un poco más y me ponía moño rojo y me declaraba en oferta. Es más, ¡me torturó hasta la adolescencia con buscar a la mamá de Efraín para un reencuentro! ¿Qué habrá pensado?: “Esta mercancía sale si o si”… plop! Imagino que todo terminó cuando irremediablemente tuvimos que seguir nuestros caminos: él a su colegio de niños y yo a mi cole de niñas. Nunca más lo volví a ver (al menos eso creo) y no recuerdo haber sentido pena, ni nostalgia, ni siquiera haberlo extrañado. Entonces, ¿fue amor? ¿tal vez una ilusión? Bueno, no nos pongamos tan profundos todavía… ¡tenía 4 años!
Después del nido tuve muuuuuchos años en colegio de mujeres sin grandes situaciones interesantes. Lo más divertido era joder a una u otra con el profesor joven de basket o con el chico que sacaba copias. Y no, nunca me gustó, afanó, ilusionó o divirtió ninguno de estos jovencitos, nada nadita. Aunque si, acepto que era un cague de risa fregar a alguna que si le afanaba.
Ya en mis primeros años de adolescente, en un aburrido verano más en casa, sucedió algo inesperado y mágico. Mi hermana y yo estábamos jugando con una pelota que sin querer se cayó al jardín de la vecina como otras veces. Ya nos daba roche y flojera ir a pedirla, cuando de pronto vimos que la tiraban de vuelta a nuestro jardín. El balcón de nuestro cuarto y el tercer piso daban al jardín de la vecina, así que fuimos a ver quién nos la había devuelto, y vimos a dos chicos de nuestra edad. Jamás me sentí tan estúpida como en ese momento. No tenía la mínima idea de que hacer así que hice lo que todo gran hombre o mujer haría en esta situación: me escondí. Mi hermana, que es menor, supongo que habrá optado por seguirle la cuerda la “experimentada” hermana mayor (pobre niña) e hizo lo mismo. No se cómo así, entre escondiditas y arrochadas, comenzamos a mandarnos notitas con los chicos estos. Nos preguntaron nuestros nombres y fuimos intercambiando información como edades, colegio, etc. a través de notitas que iban y venían. Algo así como una versión primitiva de un chat. Eran los nietos de la vecina y en verano pasaban varios días en casa de su abuela.
Esa noche debí haber estado insomne y alucinada. Eso, o completamente aterrorizada, preguntándome por qué carajos había reaccionado así. No tenía sentido, si las grandes protagonistas de las novelas no se escondían: ni la Rosa Salvaje, ni la Maricela de Amor en Silencio (por más que fuera la “buenita”). No señores, aun no se estrenaban ni María Mercedes ni María la del Barrio. Y es que, en ese momento, esos eran mis únicos referentes. La verdad es que nunca me habían hablado del amor. Había tenido en el colegio la bendita charla de educación sexual, pero nunca nadie me había hablado de amor y qué era amar, y mucho menos de todas la etapas que pueden haber antes del amor en sí mismo: ilusión, admiración, afán, gileo… no, nada de nada. Era una “analfabeta sentimental”. Y lo peor es que no tenía idea de eso porque juraba que el amor era algún Capetillo diciendo “te amo, pero es complicado”, y la “buenita” llorando y perdonando cojudez y media, y la familia oponiéndose, y la “mala” siempre tramando algo para separarlos, y drama, y cada vez más drama, y bla bla bla. Por si el mensaje no quedó claro: Si, las telenovelas nos cagan el cerebro.
Los días siguientes fueron mágicos. Nos “avisaban” que estaban ahí cuando salían y tiraban pelotazos contra la pared de su jardín que daba a nuestro cuarto. Pasamos de chats primitivos a conversaciones jardín-balcón, a que se trepen al techo y se pasen clandestinamente a mi casa… Oh, ¡que romántico! Estuvimos en ese plan “clandestino” un mes aproximadamente, hasta que mi mamá se dio cuenta y nos resondró (léase carajeo) a mi hermana y a mí. Después venían a la casa (entraban por la puerta principal) y jugábamos lo que sea. De hecho, había más química entre el mayor de los hermanos y yo, y el menor y mi hermana, y siempre nos separábamos de “a dos” para jugar lo que más nos gustaba. Pasada la “ilusión” comenzó a generarse la “admiración” porque teníamos una química linda al jugar Nintendo. Mario y Luigi se pegaban cabezazos mientras nosotros conversábamos (honestamente no recuerdo de que hablábamos, pero debe haber sido trascendental).
Cuando las clases comenzaban los veíamos muy poco. A veces coincidíamos en las tardes y tal vez uno que otro fin de semana, pero no como en verano. No sé si puedo decir que eso fue amor. Lo que sí puedo decir, es que lo extrañaba cuando no lo veía, pensaba en él cuando jugaba sola Nintendo, y sentía como latía más fuerte y rápido mi corazón cuando escuchaba sus pelotazos contra la pared del jardín.







La letra de esta canción es tan cursi como cierta. Espero que cada uno de ustedes haya vivido y disfrutado dulcemente su "primer amor".