Hace algunos años incursioné en el mundo de las “salidas
de solteros”. Hasta ese momento mis salidas de soltera por año se podían contar
con los dedos de la mano, y siempre eran con un grupo de amigas donde todas
tenían enamorado así que sólo bailábamos entre nosotras. A los caballeros que piensan que las salidas de mujeres solas son “la
perdición”, lamento decirles que generalmente no es así.
Conocí en el trabajo a una chica “soltera y feliz” como
yo. Poco a poco nos fuimos haciendo amigas y podría decirse que hicimos “click”.
Fue con ella que comencé a salir como nunca antes. Todos los viernes
frecuentábamos un bar barranquino (llegando a hacernos patas del señor del
estacionamiento) y los sábados repetíamos el plato o a veces probábamos algún nuevo
lugar miraflorino. Las dos estábamos hartas de las discotequitas yuppies en
Larcomar, y la onda barranquina nos atrapó casi por completo.
Teníamos también en el trabajo otra amiga que era un
poco mayor y bastante más loca que nosotras. A veces también nos acompañaba,
pero la mayoría de veces se perdía “por ahí”. Pongo estas dos palabras entre comillas porque a partir de ese año
adquirieron un significado mucho más amplio del que conocía hasta ese momento.
El recuerdo más palpable que tengo de esta última chica es el de una
conversación que tuvimos durante un almuerzo en el que hablamos de lo que era
salir y conocer gente, de las intenciones de los chicos y hasta donde se llega
con ellos. Mi aun inocente cerebro defendía la posibilidad de conocer a un
chico bueno, decente y respetuoso. No me
levanten la ceja. De verdad lo creía. Ella dijo las siguientes palabras que
me han acechado por años (y aún a veces lo hacen): “Una puede salir, conocer a
un chico que parece lindo, conversar largo y tendido, y sentir que le gustas; pero
la verdad es que la gran mayoría va a querer agarrar contigo o tener sexo y
nada más”. Debo haber puesto cara de niño al que le dicen que Papa Noel no
existe. Entré en negación y decía que no podía ser, que no creía; a lo que ella
replicó: “No importa que hagas, que digas, o que tengas puesto; él nunca te va
a conocer si es que de verdad no se da la oportunidad de hacerlo. Y la mayoría
de chicos no quieren darse esa oportunidad”. A las solteras que acaban de leer esto, pueden parar y releerlo las
veces que necesiten. Es difícil de digerir. No lo quise creer. Terminé de
almorzar y decidí olvidar ese comentario de mujer despechada, amargada y
desesperanzada.
Lo que siguió a partir de ese año fueron experiencias
que me demostraron cuánta razón tenían esas palabras y me abrieron los ojos más
que a perro pequinés. Encontré que salir en la actualidad es mucho más que sólo
producirte, verte bonita y esperar conocer a tu galán. A decir verdad, es un
“juego” y tienes (¡necesitas!) saber que efectivamente lo es para poder jugarlo
y al menos no perder por knock-out (léase: terminar con el corazón roto
llorando en el baño del bar).
La triste realidad es que ahora todos se cagan de miedo.
Déjenme generalizar, por favor. Todos,
hombres y mujeres, han desarrollado una coraza tan pendeja producto de las
malas experiencias y desilusiones, que no son capaces de dejarse conocer y
mucho menos interesarse por conocer a otro.
Les explico a qué me refiero: Producto de un corazón roto,
el chico decide no amar más y se convierte en cualquiera de las siguientes
subespecies de la noche. Tenemos al que quiere chaparte, y no le importa ser
obvio ni hacer el ridículo. Es más, pareciera que lo hace a propósito para que “atraques
rápido”. Whaaaat??? También está el caleta
(para mí, el peor) cuyo modus operandi consiste en tomarse su tiempo. Te invita
un trago, se sienta a conversar contigo, finge interés, te hace sentir cómoda
hasta que intenta agarrar contigo, y si atracas: la cagada, porque te va a
florear con que eres la mujer de su vida para finalmente invitarte a otro lado más
tranquilo porque ahí hay mucha bulla. ¿Dónde? Dirás tú, y el responderá “por
ahí”… (lo dejo a su imaginación). Lo peor de esta subespecie es que no quiere,
ni va a querer, más que eso y es muy probable que no te vuelva a llamar. Obviamente,
entre estos ejemplos hay intermedios, pero igual, en todos los casos juegan
entre ellos a quien se agarra/tira más chicas esa noche.
Las chicas (al menos las de mi generación) es muy
probable que salgan a jugar con un corazón blando y abierto a conocer al amor
de sus vidas. Cuando estas chicas se encuentran con los chicos como los descritos,
se van al mismísimo carajo. No voy a entrar a detallar la vorágine analítica en
que forzosamente entran, pero la verdad es que puede ser que pase por lo mismo
un par de veces más hasta que suceda lo inevitable: se convierte en una bitch.
Es decir, se adapta, y comienza a jugar el mismo juego. Ya no se la agarran, si
no ella se los agarra a todos. Aprende el exquicito arte de “calentar” y se comienza
a sentir poderosa. En el extremo de la adaptación, llega a tener sexo solo por
tenerlo, y punto. Nada de cursilerías como “hacer el amor”. Ojo, no digo que este mal. A decir verdad, celebro
la liberación sexual femenina, pero por las razones correctas. De lo contrario,
no es verdadera “liberación”.
Este cuento termina como la pregunta del huevo y la
gallina, porque esta chica le romperá el corazón a un chico que decidirá no
enamorarse nunca más, ser un pendejo y continuar así propagando las malas
costumbres. Me resulta triste que en un mundo en el que “no solo hay que ser,
si no parecer”, también para relacionarnos tenemos que aprender a “jugar”.
Personalmente, creo que no está mal “jugar” siempre y
cuando el otro esté jugando también, y las reglas estén bien definidas. Juega con quien juegue tu juego. Y
punto.
Nota: Estoy segura que hay muchos ejemplos que pueden
desacreditar lo escrito en este post, ya que he oído por ahí que hay finales
felices que empezaron en estos mismos escenarios, y me alegra que haya sido
así. Sin embargo, considero son los menos.
Los dejo con esta canción de ABBA de 1977, cuya letra
habla por sí misma. (El link es de Mamma
Mia porque es la única que tenía letra)
Yo era un caso imposible
Nunca nadie podía acercarse
Pero puedo ver en tu cara
Mucho de lo que puedes enseñarme
Así que quiero saber
¿Cuál es el nombre del juego?
¿Esto significa algo para ti?
¿Cuál es el nombre del juego?
¿Puedes sentir de lo mismo que yo?
Dime por favor, porque tengo que saber
Soy una tímida niña, comenzando a crecer
Y me haces hablar
Y me haces sentir
Y me haces mostrar
Lo que estoy intentando ocultar
Si confío en ti, ¿me decepcionarás?
¿Te reirías de mí, si dijera que me importas?
¿Podrías sentir lo mismo que yo?
Quiero saber
El nombre del juego
Nunca nadie podía acercarse
Pero puedo ver en tu cara
Mucho de lo que puedes enseñarme
Así que quiero saber
¿Cuál es el nombre del juego?
¿Esto significa algo para ti?
¿Cuál es el nombre del juego?
¿Puedes sentir de lo mismo que yo?
Dime por favor, porque tengo que saber
Soy una tímida niña, comenzando a crecer
Y me haces hablar
Y me haces sentir
Y me haces mostrar
Lo que estoy intentando ocultar
Si confío en ti, ¿me decepcionarás?
¿Te reirías de mí, si dijera que me importas?
¿Podrías sentir lo mismo que yo?
Quiero saber
El nombre del juego
Uhmm algunos comentarios, es cierto que ahora las salidas no son tan simples como antes, ahora todo es rápido, trago, agarres, sexo, pero date cuenta en eso bastante ha influido que tu genero se tome a pecho los temas de libertad, los buenitos son aburridos, que haces hablando de cosas inteligentes cuando te diste vuelta y la susodicha esta siendo operada de la amígdalas por el compañero de al lado. Igual la cosa es complicada pero siempre eventualmente habrá la persona correcta.
ResponderEliminarSí, no dejo de pensar que hay personas que valen la pena, pero no creo que un bar o discoteca sean el mejor lugar para conocerlos. Si me preguntas, en ese aspecto, todo mal.
EliminarBueno en realidad en cualquier lugar puedes encontrar personas agradables y personas indeseables, creo que mas va de la mano de que tan desarrolladas estan tus antenitas de vinil para poder detectar lo que deseas.
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