1. Si
quieres llorar, llora. No te aguantes nada o será peor. Llora por todo lo que
se te ocurra y desahógate. Está bien darnos ese permiso.
2.
Arréglate! Date una ducha y ponte guapa. Por más que te sientas muy mal, verte
bien te hará sentir mucho mejor.
3. Pon
música que te anime. Todos tenemos una o varias canciones que nos ponen de buen
humor y este es un buen momento para escucharlas.
4. Ayúdate!
Aléjate de cualquier cosa, lugar o persona que no aporten algo positivo. Haz lo
que sea que te provoque para sentirte bien: salir a pasear, conversar con tus
patas, ver una buena película, etc.
5. No
dejes de ser realista. Si es una tristeza pequeña, pasará pronto y ya. Si es
algo más profundo, ten paciencia y deja que la pena (duelo) cumpla el ciclo que
tiene que cumplir. Es solo una etapa y, como todo, pasará.
En caso no tengan canciones que los animen, les presto algunas que siempre me hacen sentir mejor. ¡Son infalibles! :)
El Día de San Valentín es el día del amor pero, principalmente, de los
enamorados. Honestamente no me gusta el tema comercial alrededor de esta fecha,
y menos la equivocada relación con la gran demanda de telos por hora. Para mí
San Valentín es un día en que podemos parar un rato y permitirnos hacer eso que
la rutina ya no nos deja: ser espontáneos y un poquito cursis. Y ser espontáneo
y cursi es fácil y barato, así que no debería haber excusa para no serlo.
Si están enamorados/as, háganse un favor y hoy esfuércense por demostrar
que efectivamente lo están. Hoy no lo disimulen ni un poquito.
Desempolven su sonrisa enamorada (esa que parece sonrisa de
pavo/a) y sáquenla a pasear con orgullo. Y si se quieren dejar llevar, hagan una
pequeña locura de amor. No tiene que ser nada extravagante ni escandaloso,
pero hagan algo fuera de lo normal, fuera de lo que se podría esperar de
ustedes. Solo por hoy dense ese permiso. Estar enamorado es mágico y, si
lo estás, aprovecha al menos este día para hacer una locura de amor
que puede ser tan simple como decir "te quiero" o bailar una canción
romántica en un lugar improvisado.
Lo que sí les pido que no dejen de hacer por ningún motivo es decir
lo que sienten. Sí, decirlo. Díganle a esa persona que lo/la aman con
locura, que no pueden dejar de pensar en él/ella, que sonríen (sí, esa sonrisa
de pavo/a otra vez) con solo recordar un momento divertido que
pasaron juntos, que a veces con solo estar en sus brazos sienten
que todo va a estar bien, que caminar de su mano es deliciosamente
cotidiano, que besarlo/a a veces no es suficiente para demostrar todo el amor y
gratitud que sienten por tenerlo/a a su lado, que a pesar de tantos días y
aventuras juntos no se cansan de vivirlos junto a él/ella. ¡Díganlo! No
asuman que ya lo sabe, y solo díganlo.
Feliz día de los enamorados a los que tienen la fortuna de haber sido
flechados por cupido. Y a los que no, ¡no sufran! Recuerden lo maravilloso que
fue alguna vez estarlo y agradezcan que pudieron sentir esa
deliciosa locura. Vayan a apachurrar a esos amores de siempre, que nos
llenan la vida de luz y tomamos por sentado: abraza a tus amigos, besa a tus
padres y hermanos, apachurra a tu mascota. Hoy se celebra el amor, así que
disfruten que aún pueden sentirlo.
Sabes que te recibí con poco o nada de
expectativa. No estaba en mi mejor momento. Aun me sacudía los restos de una
relación y terminaba de ordenar las ideas que había decidido conservar. Dos
días antes de tu llegada no tenía idea de lo que iba a hacer, ni planes de verano,
y sin embargo, las circunstancias hicieron que terminara alquilando casa de
playa con casi puros extraños y recibiendo el año prácticamente “porque sí”. Es
curioso pero siempre he pensado que cómo recibes el año (o te permites recibirlo)
es como será ese año para ti. Esa vez decidí seguir el sabio consejo de mi
psicóloga y me dejé llevar por lo que se fue dando. Cuando me preguntaba “¿por
qué?” comencé a responderme a mí misma “y, ¿por qué no?”.
Normalmente trato de tener todo un
poco más en orden cuando recibo un nuevo año, o al menos tener cierta claridad
de lo que quiero conseguir o hacia dónde debo enfocar mi energía y esfuerzo. Cuando
te recibí, estimado 2012, sólo tenía una decisión tomada, y era laboral. Todo
lo demás era incertidumbre y, extrañamente, no me molestaba porque quería exponerme
a ese no saber qué va a pasar. Tal vez estaba cansada de tener todo planeado
por tanto tiempo, y dejarme llevar por la vida parecía tan arriesgado como
emocionante. Finalmente, no tenía mucho que perder.
La decisión de cambiar de trabajo
venía con la decisión de alejarme de un entorno familiar y de amistades
construidas por 5 años. Tenía miedo pero tenía muchas más ganas de volver a
empezar. Sabía que los amigos verdaderos no conocen espacios laborales ni huso
horario, así que seguirían en mi vida con la misma facilidad con la que
entraron a ella. Y así fue.
En general, estimado 2012, el cambio laboral
fue positivo. Aprendí mucho más de lo que imaginé, hasta de otros rubros. Me
encontré a una Carla más profesional, más segura, con valores y ética
clarísima, y sin miedo a decir “no” cuando era necesario. En el último
trimestre me tocó vivir y sobrevivir el que llamaría “el gran reto”, y confieso
que hasta yo misma quedé sorprendida de la tranquilidad con la que lo he
manejado. Si estuvo bien o mal sólo lo dirá el tiempo, y no me asusta.
Más allá de algunos temitas de salud,
felizmente en casa hemos estado bien y muy unidos. Decidí este año evitar los
viajes para descansar un poco de tanta locura. Lamentablemente, mi hijo lo
extrañó mucho y confieso que yo también. Me he dado cuenta de que parte de lo
que me define es viajar, conocer y desconectarme un poco de todo, así que nunca
más dejaré de viajar, al menos por voluntad propia.
Y claro, estimado 2012, el uso de un
hashtag como título del post se refiere a la gran influencia que tuve de twitter.
Muchos amigos piensan que influenció demasiado, y es probable que tengan razón.
Yo creo que me dio una visión mucho más amplia de la realidad y, especialmente,
de las personas. A través de twitter he conocido a personas maravillosas de las
que he aprendido mucho; así como personas olvidables, ya sea por intolerantes,
soberbias o malcriadas. He recibido cumplidos, palabras de apoyo, intentos de
gileo y propuestas divertidas; pero también comentarios ofensivos y hasta
insultos que jamás se me hubieran ocurrido. He visto como se indignan por temas
que nos afectan como comunidad, y también como algunos intentan destruir imágenes
y autoestimas, con nombre y apellido, sin el menor remordimiento y escudados en
el anonimato que esa red les permite. Para mí, twitter es como la vida misma.
Es una muestra de lo que opina la gente y de como algo puede ser tendencia un
minuto (todos hablan de eso) y al siguiente olvidan por sintonizar su programa
favorito. Ni malo ni bueno, simplemente así es.
En lo personal, estimado 2012, fuiste
un pase de vueltas. Metiste en mi vida a personas que sabías que vería como muy
diferentes a mí, y que resultaron siendo indispensables. Personas que me
recordarían muchas cosas que me gustaban y que había olvidado; y otras que me
enseñarían muchísimo, tal vez algo más de lo que hubiera querido aprender. Hubo
promesas incumplidas, palabras que se llevó el viento, besos robados y encuentros
perfectos que nunca sucedieron, pero también abrazos deliciosos, miradas
cómplices, besos apasionados y caricias que decían más que esas palabras que
nunca escuché. Mientras pasaba todo esto, no podía dejar de preguntarme qué más
tendrías preparado para mí, estimado 2012, y nunca dejaste de sorprenderme. Fui
la chica tranquila, la loca juerguera, la amiga incondicional, la amante
clandestina, la mujer invisible y la sonsita crédula a la que, nuevamente, le
rompieron el corazón.
Finalmente, estimado 2012, por todo lo
aprendido podría decir que el balance es positivo. Espero haber estado a la altura
de los retos que me planteaste. Creo que recibiré a tu amigo 2013 en
circunstancias similares a las tuyas, con la diferencia de que presiento que
será especialmente importante para mí. Te dejo pasar a mis recuerdos tranquila,
y me quedo con esa buena costumbre que adopté contigo, en la que cada vez que
me preguntaba “¿por qué?” me respondía “y, ¿por qué no?”.
Escribí este post en setiembre
y no lo publiqué por miedo a parecer malagradecida con la vida. Quienes me
conocen saben que estoy muy agradecida por todas las oportunidades que he
tenido y que he trabajado mucho para sacarles provecho. En honor a eso, a
haberme dado tiempo para revisar mi vida, y a que no soy perfecta ni planeo
serlo, he decidido terminarlo y postearlo. Gracias por leer.
Desde que tengo memoria puedo recordar
a mi mamá repitiéndonos a mi hermana y a mí, como disco rayado, la misma frase:
“Estudien
una carrera. Ganen su propio dinero. Sean mujeres profesionales e
independientes, para que jamás dependan de un hombre.”
Parece frase de adoctrinamiento de una
secta feminista, pero para nosotras era tan común como el Padre Nuestro. Lo
cierto es que resultó, y no sé si fue producto de escuchar lo mismo tantas
veces, pero para mí estudiar una carrera, ser independiente y no depender de
alguien más era lo que iba a pasar, y punto.
Definitivamente no puedo decir que
tenía un plan al respecto. Recuerdo cuando me preguntaban ¿qué quieres ser
cuando seas grande? “Médico” respondía ingenuamente, y dejaba intrigados a
todos porque pensaban que debía ser ingeniero, cómo mi papá. Cuando era
adolescente, jugábamos con mis amigas en el recreo, y doblábamos un papel para
adivinar sonseritas sobre cómo sería nuestro futuro. Teníamos que responder a
qué edad nos queríamos casar y cuántos hijos queríamos tener, y según eso contaban
las veces en que se abría y cerraba el papelito. Yo me quería casar a los 25
años y tener 2 hijos. Dos hijos porque mi hermana y yo éramos dos y no era tan
terrible, y 25 años porque no quería casarme ni muy joven ni muy vieja. Ahora
que pienso en mis delirios adolescentes me doy cuenta que no tenía idea de lo
que estaba deseando para mí misma. Para casarme a los 25 años, siendo ya una
mujer independiente y habiendo estudiado medicina -que son 7 años de carrera,
más 1 de SERUM, más 3 de especialidad- debía estar terminando el colegio a los
14 años, teniendo fe que encontraría trabajo inmediatamente. Complicado, ¿no?
Pero bueno, sólo eran sueños de niña dulce. Nada grave.
Lo años pasaron y actualmente podría
decir que he cumplido con lo que tanto quería mi mamá: estudié una carrera,
gano mi propio dinero, soy una mujer profesional e independiente, y no dependo
de ningún hombre. Adicionalmente, soy mamá soltera y mantengo a mi hijo prácticamente
sola. Me considero aun joven y con los años bien puestos. Es decir, soy de esa
nueva especie de mujeres “progre” que son todo: madre, ejecutiva, ama de casa,
amiga y mujer. Re-cliché. Sí, soy eso
que llaman “el paquete completo”. Me han dicho muchísimas veces que soy “una
mujer admirable”, “un orgullo para mi familia”, “un ejemplo para mi hijo”; y en
lo personal “un partidazo”, “la mujer con la que todo hombre sueña” y todos los etcéteras que se pueden imaginar.
Cada cumplido por mi desempeño como
Madre Soltera 2.0 siempre es bien recibido. Sin embargo, la cruda realidad es
que mantener todo ese “show” es física, intelectual y emocionalmente agotador.
Y gracias, pero no, no te puedes imaginar. ¡Esto no para ni un segundo! Si no
es mi hijo y sus tareas, son las compras de la casa, o la reunión de trabajo, o
la uña que se te rompió, o lo que tenías que comprar para la actividad del
colegio, o que te tienes que conectar y reenviar el correo que no llegó, o que
se acabó el pan y el jamón y son los favoritos del niño, o que tienes que
recogerlo de la casa de su amiguito, o los pagos mensuales de todo, o que tenías
que recoger el vestido que usarías en esa reunión y, ya pues, ni modo, no hay
tiempo para la peluquería. Lo peor es que si me olvido de algo nadie lo va a
hacer. Hasta me he puesto a pensar en el peor escenario si algo me pasara, y
tengo planeado hacer una especie de testamento/indicaciones. Tengo 32 años y me
siento de 40.
Sé que tengo mucha suerte y mucho más
que agradecer, pero eso tampoco me quita ningún pendiente de la lista. Para
colmo, esta suerte de independencia y seguridad hacen que sepa muy bien lo que
quiero y lo que no quiero en mi vida, lo que resulta siendo intimidante para
muchos hombres. Si me dieran un dólar por
cada vez que me han dicho que soy “intimidante”…
A veces me provoca mandar toda esta
autosuficiencia e independencia al carajo y cambiar esa “frase adoctrinadora
subconsciente” poco a poco hasta ser capaz de concebir la idea de ser una mujer
bastante sumisa, que deje de ser intimidante para dejar entrar en su vida a ese
hombre que la necesite para validarse como tal, y se sienta realizado manteniéndola.
FIN
Lamentablemente, sé que esa no soy yo.
No he nacido para ser sumisa y menos para no ser protagonista de mi futuro y el
de mi familia. Sé que eso me sumiría en absoluta depresión, y esa no es mi
esencia. Felizmente, después de algún tiempo libre y de darle muchas vueltas a
algunas ideas, he concluido que, ni modo, así soy y así seré. Esto me ha tocado
vivir, y ya. Y, más importante, que soy dueña de mis acciones y mis consecuencias,
que soy intimidante sólo para los que se dejen intimidar por sus prejuicios, que
aunque tengo mucho por compartir, sé disfrutar cada momento que tengo para
estar sola, y me encanta. Si la vida decide que así es como será hasta el
final, en buena hora. Yo me encargaré de hacer de mi historia, un historión.
Nota: Por favor, que el
concepto de “mantenida” no se entienda de forma negativa. Hay mujeres que son
felices sin trabajar y las respeto. Sin embargo, yo no soy así, y ninguna es
mejor o peor que la otra.
No se me ocurrió mejor
canción que esta. Destiny´s Child tiene buena parte de mi soundtrack de vida.
Disfrútenla :)
Si hay algo en este mundo que no tiene reglas son las
relaciones de pareja. Por más que la sociedad y/o las culturas se empeñen en imponerlas,
siempre habrá “rebeldes sin causa” que las romperán en el nombre del amor. Una
de estas reglas sociales se refiere a la edad en las parejas, y me refiero a la
diferencia de edad y a cuál de los dos es el mayor. No nos hagamos los muy
modernos, open-minded, ni fresh; todos (y digo TODOS) tenemos cierto prejuicio
cuando se trata de las edades. Empecemos por recordar que vivimos en una
sociedad recontra conservadora, machista y (como yo le llamo) latina. Por más
que la vida, el mundo, los libros, la tele y los realities importados hayan
querido ampliar nuestra estrecha visión conservadora, tenemos que aceptar que aún
hay temas que nos hacen sacar los abanicos y chismear cual viejitas en la
terraza.
A través de los años, las mujeres han sido siempre las más
afectadas con el prejuicio de la edad. Sabemos que es más “aceptado”
que el hombre esté con una mujer menor al caso contrario, e irónicamente somos
las mujeres quienes condenamos con mayor dureza estos escenarios. Si somos
significativamente menores que él, somos unas chibolas oportunistas; y si somos
mayores somos unas abusivas o “cougars” (que en inglés significa “puma”,
refiriéndose a que cazan carne fresca). En el caso de ellos, la crítica es un
poco menos dura. Se les puede llamar “viejo verde” cuando efectivamente están
viejos, pero no hay nombre cuando tienen treintaytantos y ella está en sus veintes.
Cuando ellos son los menores son la carne fresca e inocente y, bueno, también
pueden ser vistos como oportunistas si ella es exitosa y adinerada.
Supongo que como consecuencia del bendito “qué dirán”, se
han desarrollado algunas estrategias como mecanismos de defensa anti-prejuicios.
Así, por ejemplo, no es infrecuente que muchas mujeres rían incómodas cuando se
les pregunta la edad y, en el colmo de la estupidez, hay chicas que
ridículamente se bajan la edad desde los veintes, y otras que responden que “nunca
se le debe preguntar la edad a una mujer” (y lo dicen desde que tienen quince).
Lo curioso es que hasta los mismos chicos tengan cautela cuando se trata de
revelar las edades. En los últimos meses me he encontrado con algunos “¿cuántos
crees?”, que no sólo buscan amortiguar el número real cuando tienen la sospecha
de que son significativamente mayores o menores, sino también jugar a “¿de qué
edad parezco?” y dar la opción al “¡ay, pero no pareces!” y así poder aferrase
a ese argumento como al mástil en una tormenta.
Está claro que todos tenemos el prejuicio de la edad en
nuestro chip, pero en la práctica ¿hay realmente un problema con la diferencia
de edad? He visto y conocido algunas parejas con considerables diferencias de
edad y me resulta fascinante escucharlos hablar de su relación. Más allá del
análisis psicológico que podría o no aplicar, (casi) todas están basadas en el
amor maduro y no sólo en la química sexual (estoy hablando de parejas estables
y consolidadas). Cuando pregunto sobre las diferencias generacionales me
responden que es un factor más con el que hay que aprender a vivir. Algo así
como si te tocó una suegra dulce o una antipática: te la bancas igual. Es muy
probable que estén pensando en el tío que no quiere envejecer, en la señora
regia con botox que quiere a su muñeco al lado, en el chico chupasangre con
complejo de Edipo, o en la chibola hueca que necesita una figura paterna; pero
todos esos son personajes estereotipados producto del prejuicio y de no poder
ver más allá de nuestras narices.
En mi caso, he estado con un chico que era casi 4 años
menor que yo, y como estábamos en nuestros veintes casi no se sentía la
diferencia de edad (ojo, dije “casi”). Nunca he estado con alguien mucho mayor,
pero no descarto la idea. Con los años he aprendido a valorar mucho más la
madurez, los valores y el intelecto antes que lo físico, y lo cierto es que ninguna
de estas características está relacionada a la edad. En todo caso, considero
que los únicos márgenes que podrían limitar nuestra decisión de entablar una
relación sentimental con alguien mayor o menor deberían ser nuestros planes y/o
metas a mediano y largo plazo, especialmente las que no son negociables. Es
decir, si he tomado la decisión de vida de tener hijos y definitivamente los
quiero tener o si he decidido no volverme a casar siquiera por civil, no convendría
que esté con alguien que ha decidido no tener más hijos o que tenga como meta
personal casarse. Pongo estos ejemplos porque son probablemente los puntos más
álgidos en las relaciones que tienen una diferencia de edad considerable. Sería maravilloso pensar que el factor “qué dirán” no
entra en la ecuación (porque no debería) pero hay personas a las que
lamentablemente sí les importa lo que opinen sus familiares, sus jefes, los
amigos, etc. Bueno, cada loco con su tema.
Al final, y como decía crudamente una
amiga, “si yo me lo chapo y yo me lo tiro,
a la única a la que le debe importar es a mí”. Y esa es la purita verdad.
Busqué otras
canciones, y “40 y 20” es la que debe cerrar este post. Nunca me aburro de
escuchar las canciones de José José. Ya saben: “es el amor
lo que importa y no lo que diga la gente”.
Fiel: Que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él.
Interesante definición de la Real Academia Española. Ahora te pido a ti, querido/a lector/a, que definas “ser fiel”. Y no le des tantas vueltas con el “depende”, “de qué tipo de fidelidad hablas” ¿hay tipos?, “qué difícil tu pregunta”. ¿Cómo le eres fiel tú a tu pareja?
Hagámoslo más fácil: ¿qué es “ser infiel”? ¿qué consideras como “infidelidad”? Si tengo sexo con otro, claro que soy infiel. Si me chapo a otro, también. Si tengo un amigo cercano al que le cuento más detalles de mi vida que a ti, ¿soy infiel? Y, ¿si fantaseo con mi amigo? ¿si tengo chats muy calientes con él, o hasta sexo virtual? ¿Considerarías eso “infidelidad”?
Hace poco, un amigo/conocido (que no vive aquí y ninguno de ustedes conoce) publicó en FB que cumplía un año más de estar casado con una mujer espectacular, que lo había apoyado en un año muy difícil y que la que amaba con locura. Leer un post así en FB es lindo. Me encanta cuando en una pareja no sólo hay amor, sino admiración. El día siguiente me escribió por FB Messenger porque quería decirme algo. Le respondí lo más pronto que pude, y luego respondió: “quería decirte que eres preciosa”. Si bien me agarró fría y no entendía del todo si era un cumplido de amigo o un intento de gileo desubicado, su siguiente mensaje me lo dejó más claro: “eres muy sexy”. Como no vive acá, ni es de acá, podría imaginar que es un gileo casi inocentón, y está buscando alguien con quien pueda sentirse aún capaz de “levantarse a una flaquita”. OK. Necesita sentirse rico, que aun puede jugar ese jueguito, que no se está malgastando en una relación matrimonial estable, y todas las demás razones imaginables para justificarlo. Sin embargo, me parece una hipocresía máxima pretender que esto es “normal”. Claro, no pasó nada más porque no voy a jugar a ser su consolador virtual, pero qué pasaría si yo fuera una de tantas chicas que les importa un carajo la esposa porque no la conocen y no le deben nada. ¿Hubiera él llegado a la infidelidad virtual? Quién sabe.
Otra situación similar, que podríamos llamar curiosa, me sucedió en verano. Un amigo que conozco hace años, me escribió de la nada también por FB Messenger. Me preguntó cómo estaba, sobre mi hijo, mi trabajo, y otras cosas que podrías preguntarle a alguien que no ves hace tiempo. De pronto comencé a percatarme que sus preguntas se hacían muy personales, hasta que finalmente me propuso ir a su departamento a tener sexo. Esto no tendría nada de malo si no fuera porque tiene enamorada hace más de 2 años y hasta aparece con ella en su foto de perfil del FB. Sí. En el chat aparecía su foto de pareja juntito a su propuesta de una noche de locura. MEGAPLOP! Obviamente le dije que no y, como siempre le doy el beneficio de la duda a la gente, le pregunte si tenía algún problema con su novia o si no era feliz sexualmente, a lo que respondió alegremente que al contrario, les iba muy bien, la adoraba y el sexo era genial. Santos pobres imbéciles, Batman! No entendía, y se lo dije. Si era tan feliz, ¿por qué quería tener sexo conmigo? Su respuesta es digna de un conversatorio de sociología. Me dijo que de vez en cuando le gusta tener sexo con otra persona para distraerse un poco y “salir de la rutina”. Los mayas tenían razón. Es el fin. Nuevamente le dije que no, y llegó a la triste y patética propuesta de hacerlo virtual o que le mande una fotito. Es decir, quería sexo a toda costa, pero con cualquiera menos su novia. Risas, vergüenza ajena, decepción, lástima… qué les puedo decir.
Ojo, no soy ninguna puta conocida, y menos una chica fácil. ¿Será que doy la imagen de desesperada? Quiero creer que no. Y el hecho que sea soltera no significa que esté buscando alguien que calme mis necesidades fisiológicas. Gracias, pero sé muy bien cómo hacerlo. En todo caso, ¿tendría que considerar cambiar mi foto de perfil para no dar ideas equivocadas? Cambio mi foto para aparecer con sotana y mi situación sentimental a “casada con Dios”. No. El problema no soy yo.
Después de algunas infidelidades vividas y varias conversaciones con amigos/as que han sido infieles, me doy cuenta que el problema está en la definición que le damos a “ser fiel” y en cómo interpretamos nuestros valores para que encajen perfectamente en nuestra moral, y así podamos dormir tranquilos. Yo no soy nadie para decir lo que está bien o está mal. Lo que sí puedo decir es que cualquier cosa que hagamos que afecte nuestra relación y/o la confianza que nuestra pareja nos da, no puede estar bien. Es tan simple como no hacer a otros lo que no quieres que te hagan a ti.
Escogí esta canción porque el video muestra situaciones cotidianas en las que podemos jugar al gileo sin que llegue a ser infidelidad.
Cuando era niña y estaba
en el colegio había días en que estaba hastiada de todo. Las horas de clase se
hacían eternas y nada me emocionaba. Garabateaba una hoja de papel mientras
dictaban clase, pero igual no pasaban más de 5 ó 10 minutos. Quería salir
corriendo y no podía, me sentía atrapada. En esos momentos, en que estaba aburrida
hasta la punta de mi corbata escocesa, sólo podía esperar con algo de emoción
el recreo, que en mi colegio llamaban “break time”.
El
amor y las relaciones son una montaña rusa emocional. Y si no te gustan las montañas rusas, te jodiste. Te guste o no, si
decides tener una pareja e involucrarte emocionalmente (como debería ser) vas a
vivir momentos maravillosos donde escucharás pajaritos cantar y pensarás que
eres la persona más feliz del mundo, y otros en que estarás moqueando
desesperado/a, esperando que responda tu llamada o aparezca el doble check del
whatsapp (que, por cierto, no significa
que leyó el mensaje). Estas “subidas y bajadas” son normales, siempre y
cuando se mantengan en un rango no-patológico. Cuando desarrollas una suerte de
adicción a las embriagadoras “subidas”, que generalmente vienen después de las
grandes “bajadas”, tienes el primer síntoma de estar en una relación patológica.
Mantén la calma. Coge tu teléfono y llama
a tu psicólogo de confianza.¡Llame
ya!
Pero
también, entre las subidas y bajadas habrán momentos en que estarás harto/a y pensarás
creativamente en una de las “1000 maneras de morir” que mejor se ajuste a tu
pareja. No se escandalicen, Es bromita.
Y en el peor de los casos, te aburrirás y sentirás la necesidad de querer salir
corriendo, y no podrás. Te comenzarás a sentir atrapado/a y hasta angustiado/a,
dudando de lo que sientes. De pronto, vendrá a tu mente ese recurso casi
desesperado que puedes utilizar como cartabajolamanga: “necesito un break”.
Break.
Un nombre muy ligero (y alienado) para una situación muy densa, con pronóstico “reservado”.
Un break es querer/necesitar un tiempo-fuera, un “respiro”, espacio, estar
solo, querer pensar, encontrarse a sí mismo, y todos los etcéteras que cada uno
de nosotros conoce muy bien. Básicamente consiste en que el que pide el break
quiere interrumpir el ritmo de pareja que ha mantenido la relación hasta ese
momento para alejarse y poder pensar “objetivamente” en la razón por lo que
quisiera continuar en esa misma relación. ¡Ah! Y, todo esto, sin dejar de ser enamorados.
Algo así como ponerle pausa a una
película, pedir un “chepi” o “chepi bola” a tus amiguitos, “un comercial… y
regreso”.
El
tiempo de este break es relativo y, en mi opinión, el principal factor de tortura
para quién es “victima” del break. Me parece que generalmente no se le pone un
tiempo de duración, porque estarías quitando el factor “libertad” de este
recurso. Sin embargo, debo decir que eso es maldad pura purita. ¿Qué se supondría
que debe hacer? ¿seguir enamorada/o o comenzar a desenamorase? ¿olvidarse de su
relación y sus planes en pareja o dejar de pensar en eso como si nunca pasó?
¿salir con amigas/os solteras/os o quedarse en casa sola/o y llorar? Es decir,
tú me pides un break, y yo tengo que poner mis sentimientos “on-hold” hasta que
decidas si quieres o no seguir conmigo… Congela
la lágrima mamita/papito, y sigue viviendo como si nada ha pasado… ¿¿¿whaaaaatttt???
¿Una semana? ¿dos semanas? ¿un mes? No way! No exagero. Es un verdadero
infierno emocional por la maldita incertidumbre de no saber qué va a pasar. Lo
mínimo que podría exigir alguien que se quiere es que (al menos) le digan
cuánto tiempo debe “esperar”. Es lo justo,
pe varón.
Además,
no tengo muy claro el objetivo real de este tiempo/periodo en el que “sí, aún estamos,
pero no me llames”. Seamos honestos. ¿Cuánto tiempo de “aire” necesitarías para
tener una idea, respuesta o señal sobre
qué hacer con tu relación? Lo más probable es que pasen un par de semanas y ya
comiences a extrañar y sientas que debes volver… pero eso será sólo tu falta de
costumbre a estar sólo/a, y eventualmente caerás en el mismo círculo pre-break.
Ahora, si te tomas el tiempo y no lo/la extrañas nadita en más de dos o más
semanas y, por el contrario, estás más feliz que chancho en el lodo, creo que tienes
la respuesta que buscabas y deberías hacérselo saber rápido a quién aún espera
tu respuesta.
Y
es que llegar a tener que considerar “tomarse un tiempo” no puede ser fácil.
Bueno, no debe ser fácil. Lo importante es que siempre se mantenga el
respeto por los sentimientos del otro, y se deje las razones y reglas claras
para que tu pareja también se tome el tiempo para revisar si hay algo que
podría mejorar, y así convertirlo más en una pseudo “decisión de pareja” que
una imposición unilateral. Hasta suena más bonito.
Esta triste canción
de Gianmarco y Alejandro Sanz nos cuenta muy bien porque a veces se necesita un
break. Tortúrense.
"Dejemos tiempo al
tiempo
volvamos a extrañar
tomar un nuevo aliento
Respirar, respirar
Dejemos tiempo al
tiempo
no vuelvas a pensar
paremos un momento al respirar"