jueves, 27 de diciembre de 2012

Autosuficiencia agotadora


Escribí este post en setiembre y no lo publiqué por miedo a parecer malagradecida con la vida. Quienes me conocen saben que estoy muy agradecida por todas las oportunidades que he tenido y que he trabajado mucho para sacarles provecho. En honor a eso, a haberme dado tiempo para revisar mi vida, y a que no soy perfecta ni planeo serlo, he decidido terminarlo y postearlo. Gracias por leer.


Desde que tengo memoria puedo recordar a mi mamá repitiéndonos a mi hermana y a mí, como disco rayado, la misma frase:

“Estudien una carrera. Ganen su propio dinero. Sean mujeres profesionales e independientes, para que jamás dependan de un hombre.”

Parece frase de adoctrinamiento de una secta feminista, pero para nosotras era tan común como el Padre Nuestro. Lo cierto es que resultó, y no sé si fue producto de escuchar lo mismo tantas veces, pero para mí estudiar una carrera, ser independiente y no depender de alguien más era lo que iba a pasar, y punto.

Definitivamente no puedo decir que tenía un plan al respecto. Recuerdo cuando me preguntaban ¿qué quieres ser cuando seas grande? “Médico” respondía ingenuamente, y dejaba intrigados a todos porque pensaban que debía ser ingeniero, cómo mi papá. Cuando era adolescente, jugábamos con mis amigas en el recreo, y doblábamos un papel para adivinar sonseritas sobre cómo sería nuestro futuro. Teníamos que responder a qué edad nos queríamos casar y cuántos hijos queríamos tener, y según eso contaban las veces en que se abría y cerraba el papelito. Yo me quería casar a los 25 años y tener 2 hijos. Dos hijos porque mi hermana y yo éramos dos y no era tan terrible, y 25 años porque no quería casarme ni muy joven ni muy vieja. Ahora que pienso en mis delirios adolescentes me doy cuenta que no tenía idea de lo que estaba deseando para mí misma. Para casarme a los 25 años, siendo ya una mujer independiente y habiendo estudiado medicina -que son 7 años de carrera, más 1 de SERUM, más 3 de especialidad- debía estar terminando el colegio a los 14 años, teniendo fe que encontraría trabajo inmediatamente. Complicado, ¿no? Pero bueno, sólo eran sueños de niña dulce. Nada grave.

Lo años pasaron y actualmente podría decir que he cumplido con lo que tanto quería mi mamá: estudié una carrera, gano mi propio dinero, soy una mujer profesional e independiente, y no dependo de ningún hombre. Adicionalmente, soy mamá soltera y mantengo a mi hijo prácticamente sola. Me considero aun joven y con los años bien puestos. Es decir, soy de esa nueva especie de mujeres “progre” que son todo: madre, ejecutiva, ama de casa, amiga y mujer. Re-cliché. Sí, soy eso que llaman “el paquete completo”. Me han dicho muchísimas veces que soy “una mujer admirable”, “un orgullo para mi familia”, “un ejemplo para mi hijo”; y en lo personal “un partidazo”, “la mujer con la que todo hombre sueña”  y todos los etcéteras que se pueden imaginar.

Cada cumplido por mi desempeño como Madre Soltera 2.0 siempre es bien recibido. Sin embargo, la cruda realidad es que mantener todo ese “show” es física, intelectual y emocionalmente agotador. Y gracias, pero no, no te puedes imaginar. ¡Esto no para ni un segundo! Si no es mi hijo y sus tareas, son las compras de la casa, o la reunión de trabajo, o la uña que se te rompió, o lo que tenías que comprar para la actividad del colegio, o que te tienes que conectar y reenviar el correo que no llegó, o que se acabó el pan y el jamón y son los favoritos del niño, o que tienes que recogerlo de la casa de su amiguito, o los pagos mensuales de todo, o que tenías que recoger el vestido que usarías en esa reunión y, ya pues, ni modo, no hay tiempo para la peluquería. Lo peor es que si me olvido de algo nadie lo va a hacer. Hasta me he puesto a pensar en el peor escenario si algo me pasara, y tengo planeado hacer una especie de testamento/indicaciones. Tengo 32 años y me siento de 40.
Sé que tengo mucha suerte y mucho más que agradecer, pero eso tampoco me quita ningún pendiente de la lista. Para colmo, esta suerte de independencia y seguridad hacen que sepa muy bien lo que quiero y lo que no quiero en mi vida, lo que resulta siendo intimidante para muchos hombres. Si me dieran un dólar por cada vez que me han dicho que soy “intimidante”…

A veces me provoca mandar toda esta autosuficiencia e independencia al carajo y cambiar esa “frase adoctrinadora subconsciente” poco a poco hasta ser capaz de concebir la idea de ser una mujer bastante sumisa, que deje de ser intimidante para dejar entrar en su vida a ese hombre que la necesite para validarse como tal, y se sienta realizado manteniéndola. FIN

Lamentablemente, sé que esa no soy yo. No he nacido para ser sumisa y menos para no ser protagonista de mi futuro y el de mi familia. Sé que eso me sumiría en absoluta depresión, y esa no es mi esencia. Felizmente, después de algún tiempo libre y de darle muchas vueltas a algunas ideas, he concluido que, ni modo, así soy y así seré. Esto me ha tocado vivir, y ya. Y, más importante, que soy dueña de mis acciones y mis consecuencias, que soy intimidante sólo para los que se dejen intimidar por sus prejuicios, que aunque tengo mucho por compartir, sé disfrutar cada momento que tengo para estar sola, y me encanta. Si la vida decide que así es como será hasta el final, en buena hora. Yo me encargaré de hacer de mi historia, un historión.


Nota: Por favor, que el concepto de “mantenida” no se entienda de forma negativa. Hay mujeres que son felices sin trabajar y las respeto. Sin embargo, yo no soy así, y ninguna es mejor o peor que la otra.


No se me ocurrió mejor canción que esta. Destiny´s Child tiene buena parte de mi soundtrack de vida. Disfrútenla :)


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