Escribí este post en setiembre
y no lo publiqué por miedo a parecer malagradecida con la vida. Quienes me
conocen saben que estoy muy agradecida por todas las oportunidades que he
tenido y que he trabajado mucho para sacarles provecho. En honor a eso, a
haberme dado tiempo para revisar mi vida, y a que no soy perfecta ni planeo
serlo, he decidido terminarlo y postearlo. Gracias por leer.
Desde que tengo memoria puedo recordar
a mi mamá repitiéndonos a mi hermana y a mí, como disco rayado, la misma frase:
“Estudien
una carrera. Ganen su propio dinero. Sean mujeres profesionales e
independientes, para que jamás dependan de un hombre.”
Parece frase de adoctrinamiento de una
secta feminista, pero para nosotras era tan común como el Padre Nuestro. Lo
cierto es que resultó, y no sé si fue producto de escuchar lo mismo tantas
veces, pero para mí estudiar una carrera, ser independiente y no depender de
alguien más era lo que iba a pasar, y punto.
Definitivamente no puedo decir que
tenía un plan al respecto. Recuerdo cuando me preguntaban ¿qué quieres ser
cuando seas grande? “Médico” respondía ingenuamente, y dejaba intrigados a
todos porque pensaban que debía ser ingeniero, cómo mi papá. Cuando era
adolescente, jugábamos con mis amigas en el recreo, y doblábamos un papel para
adivinar sonseritas sobre cómo sería nuestro futuro. Teníamos que responder a
qué edad nos queríamos casar y cuántos hijos queríamos tener, y según eso contaban
las veces en que se abría y cerraba el papelito. Yo me quería casar a los 25
años y tener 2 hijos. Dos hijos porque mi hermana y yo éramos dos y no era tan
terrible, y 25 años porque no quería casarme ni muy joven ni muy vieja. Ahora
que pienso en mis delirios adolescentes me doy cuenta que no tenía idea de lo
que estaba deseando para mí misma. Para casarme a los 25 años, siendo ya una
mujer independiente y habiendo estudiado medicina -que son 7 años de carrera,
más 1 de SERUM, más 3 de especialidad- debía estar terminando el colegio a los
14 años, teniendo fe que encontraría trabajo inmediatamente. Complicado, ¿no?
Pero bueno, sólo eran sueños de niña dulce. Nada grave.
Lo años pasaron y actualmente podría
decir que he cumplido con lo que tanto quería mi mamá: estudié una carrera,
gano mi propio dinero, soy una mujer profesional e independiente, y no dependo
de ningún hombre. Adicionalmente, soy mamá soltera y mantengo a mi hijo prácticamente
sola. Me considero aun joven y con los años bien puestos. Es decir, soy de esa
nueva especie de mujeres “progre” que son todo: madre, ejecutiva, ama de casa,
amiga y mujer. Re-cliché. Sí, soy eso
que llaman “el paquete completo”. Me han dicho muchísimas veces que soy “una
mujer admirable”, “un orgullo para mi familia”, “un ejemplo para mi hijo”; y en
lo personal “un partidazo”, “la mujer con la que todo hombre sueña” y todos los etcéteras que se pueden imaginar.
Cada cumplido por mi desempeño como
Madre Soltera 2.0 siempre es bien recibido. Sin embargo, la cruda realidad es
que mantener todo ese “show” es física, intelectual y emocionalmente agotador.
Y gracias, pero no, no te puedes imaginar. ¡Esto no para ni un segundo! Si no
es mi hijo y sus tareas, son las compras de la casa, o la reunión de trabajo, o
la uña que se te rompió, o lo que tenías que comprar para la actividad del
colegio, o que te tienes que conectar y reenviar el correo que no llegó, o que
se acabó el pan y el jamón y son los favoritos del niño, o que tienes que
recogerlo de la casa de su amiguito, o los pagos mensuales de todo, o que tenías
que recoger el vestido que usarías en esa reunión y, ya pues, ni modo, no hay
tiempo para la peluquería. Lo peor es que si me olvido de algo nadie lo va a
hacer. Hasta me he puesto a pensar en el peor escenario si algo me pasara, y
tengo planeado hacer una especie de testamento/indicaciones. Tengo 32 años y me
siento de 40.
Sé que tengo mucha suerte y mucho más
que agradecer, pero eso tampoco me quita ningún pendiente de la lista. Para
colmo, esta suerte de independencia y seguridad hacen que sepa muy bien lo que
quiero y lo que no quiero en mi vida, lo que resulta siendo intimidante para
muchos hombres. Si me dieran un dólar por
cada vez que me han dicho que soy “intimidante”…
A veces me provoca mandar toda esta
autosuficiencia e independencia al carajo y cambiar esa “frase adoctrinadora
subconsciente” poco a poco hasta ser capaz de concebir la idea de ser una mujer
bastante sumisa, que deje de ser intimidante para dejar entrar en su vida a ese
hombre que la necesite para validarse como tal, y se sienta realizado manteniéndola.
FIN
Lamentablemente, sé que esa no soy yo.
No he nacido para ser sumisa y menos para no ser protagonista de mi futuro y el
de mi familia. Sé que eso me sumiría en absoluta depresión, y esa no es mi
esencia. Felizmente, después de algún tiempo libre y de darle muchas vueltas a
algunas ideas, he concluido que, ni modo, así soy y así seré. Esto me ha tocado
vivir, y ya. Y, más importante, que soy dueña de mis acciones y mis consecuencias,
que soy intimidante sólo para los que se dejen intimidar por sus prejuicios, que
aunque tengo mucho por compartir, sé disfrutar cada momento que tengo para
estar sola, y me encanta. Si la vida decide que así es como será hasta el
final, en buena hora. Yo me encargaré de hacer de mi historia, un historión.
Nota: Por favor, que el
concepto de “mantenida” no se entienda de forma negativa. Hay mujeres que son
felices sin trabajar y las respeto. Sin embargo, yo no soy así, y ninguna es
mejor o peor que la otra.
No se me ocurrió mejor
canción que esta. Destiny´s Child tiene buena parte de mi soundtrack de vida.
Disfrútenla :)
No hay comentarios:
Publicar un comentario